No, caballeras y caballeros, no se alarmen, mi cerebro es bastante más inteligente que yo.

martes, 31 de diciembre de 2019

Banshee

Banshee:

            Hacía quince minutos le habían retirado los sedantes.
            Ella, exhausta sobre la camilla, tomó esa aguja que atravesaba su brazo y la fue extrayendo lentamente mientras la sangre caía al suelo. Dolía y ella gritó, era el grito roto de quien no es capaz de pronunciar una sola palabra.
            –Recuerda: tenemos un trato.

            El doctor Asperger sonrió satisfecho al pulsar la última tecla de esa máquina de escribir en su despacho. El monitor parpadeaba mientras el documento se imprimía. Sus pasos sonaban amortiguados por la alfombra mientras se acercaba a los ventanales enmarcados por unas cortinas de terciopelo rojo. A través de la ventana se veía un zepelín a lo lejos, surcando el cielo de un día radiante. Era extraño que esos armatostes se acercasen siquiera a los campos, lo último que deseaba ver la gente adinerada mientras disfrutaban de sus cócteles, hacían contactos y cerraban contratos eran los sórdidos barracones del complejo, los trenes que ocasionalmente traían más mano de obra y la ceniza. Cualquier obrero sabía que el trabajo no te hacía libre, pero los prisioneros del campo habían olvidado qué significaban las palabras con las que uno construía la esperanza.
Él se acercó un cigarro a la boca, después su mechero y aspiró al encenderlo. Dejando escapar el humo, firmó el papel con su pluma. “Una pena”, pensó, “es un buen material”. La verdad es que le costaba entender por qué el Directorio no utilizaba a todos los críos: no es que les fuera a ir mejor en el orfanato en ningún caso. Tal vez se trataba de una suerte de piedad divina que él no comprendía: en su opinión los análisis no eran concluyentes y hubiera sido más deseable, por tanto, aprovechar todo lo que tenían.

Hacía poco que el soldado Zoller había sido trasladado al Pabellón de Experimentación. La mayoría de los pacientes parecían tener alguna clase de retraso cognitivo y no podían o no querían hablar de modo que era un sitio muy tranquilo, como mucho, de vez en cuando escuchaba algún ruido. Afortunadamente los tiempos de las Guerrillas del Este habían dado a su fin y los jóvenes ya no tenían que terminar guerras que habían comenzado ancianos.
Cuando giró una esquina vio a esa enfermera con una chica en brazos.
–Disculpe, señora… ¿Richter? –le cortó el paso ensayando una sonrisa tan perfecta y amable que resultaba obviamente coercitiva–. No se preocupe, no quiero incomodarla, sólo quería saber si podría proporcionarme los permisos para trasladar a la paciente, en cualquier caso, tendrá que presentarlos en recepción... –torció el gesto al fijarse en la chica– ¿Es la paciente número ocho? Necesita un permiso especial para…

El guardia Rieb se consideraba a sí mismo un superviviente, por eso cuando escuchó un chillido tan agudo que reverberaba metálico e inhumano sobre las paredes, decidió no hacer nada con la más absoluta profesionalidad. Estaba erguido, mirando las pantallas de vigilancia mientras un pistón subía y bajaba entre el mecanismo que las hacía funcionar: en las imágenes veía el pasillo contiguo y en el pasillo contiguo veía al soldado Zoller, sin embargo en el soldado Zoller no veía la cabeza del soldado Zoller y eso le llevó a sacar ciertas conclusiones.
De modo que se reclinó pesadamente sobre su silla, pasando la página de una revista pulp.
Cuando habían pasado un par de minutos, miró esos engranajes rotando bajo el cristal de su reloj y accionó la palanca para dar la alarma.
Sí, él era un superviviente.

La alarma resultaba ensordecedora en sus oídos y a la paciente Zlata Rosenbaum no le hacía particular gracia que Mia Richter estuviera cargándola a la espalda: no le gustaba el contacto físico ni la atropellada carrera en la que, al parecer, estaba tomando parte.
Por supuesto, había accedido a esto, Richter necesitaba de una extraña poesía a modo de venganza y ella quería salir de allí.
Un coche debía recogerlas si todo salía bien.
Pero aquel campo no era la única prisión en la que Zlata se encontraba: dado que raramente podía controlar su cuerpo, se sentía una espectadora atrapada en su propia mente, sin poder interactuar con lo que ocurría a su alrededor. Apenas podía señalar y usar esos teclados para transmitir mensajes, pero Mia había estado a su lado entrenándola para comunicarse.
Le había comprado incluso un dispositivo que podía colocarse a la muñeca con un pequeño teclado, algo más difícil de usar, una pantalla brillante y una cobertura de caoba y plata para protegerlo de la lluvia. Mia siempre se ocupaba de ella y le otorgaba un regalo que nadie más le había dado: creía en ella y la trataba como a un ser humano. Mia creía que ella era inteligente y pensaba que el éxito del proyecto Banshee podía aplicarse para mejorar la reacción ante otras órdenes que el cuerpo de la paciente Rosenbaum debiera obedecer.
Zlata sabía que Mia había estado estudiando los libros de los doctores para poder ayudarla y Mia sabía que contravenir las directrices del sub-proyecto, encuadrado en el programa Aktion T4, podía ponerla en serio peligro y sin embargo siempre había puesto a Zlata por delante.
Pero en esta ocasión había pedido algo a cambio y Zlata no dejaba de pensar en lo único que sí podía obligar a su cuerpo a hacer: ese grito, ese chirrido espectral impactando contra aquellos hombres que hacían demasiadas preguntas. No dejaba de ver esos cadáveres ensangrentados cada vez que cerraba los ojos.
Y sin embargo cualquier cosa era mejor que las sesiones de entrenamiento.
Los entrenamientos habían involucrado perros, desmembrados, que ni siquiera sentían dolor pero aullaban de puro miedo, sus restos amontonados en una pila junto al próximo perro tiritando aterrorizado ante ella o tratando desesperadamente de huir. Tal vez por eso un pedazo de su alma había muerto. Recordar a los perros era aún peor que pensar en estos guardias. Quería llorar pero estaba atrapada y su cuerpo no se lo permitía.
Y ocurrió lo que siempre ocurría cuando tenía esos flashbacks, cuando volvía a esa semana devastadora. La furia había estado ahí, agazapada detrás de sus recuerdos, mezclándose con la tristeza, alimentándose de miedo, creciendo y escupiendo su odio hasta emerger a la consciencia, libre.
Siempre era igual, pasaba de un segundo a otro.
No era capaz de sentir la ira hasta que se convertía en el mundo entero.
De repente la rabia estaba ahí y la tomaba.
De repente la rabia era ella.
Al menos ahora podía llorar.

Mia sabía lo que debía hacer, dejarle espacio, estar junto a ella. Zlata la golpeaba con los puños y le daba patadas y lloraba, y la enfermera intentaba protegerlas a ambas. Afortunadamente había conseguido llevarla a una pequeña habitación, ya en el edificio administrativo donde debía encontrarle.
Irónicamente el estruendo de las alarmas las ocultaba.
Mia recordó habían torturado a Zlata durante aquella semana y cómo ella pudo interceder para que retiraran esa práctica, haciendo cosas en las que no quería pensar.
Sabía que no era inteligente actuar llevada por el odio, pero lo había estado guardando en su interior porque tenía un plan y lo iba a necesitar en el momento oportuno.
De momento tenían un punto a su favor, la mayoría de los guardias no eran soldados y, aunque muchos de ellos no tenían que patrullar el Pabellón de Experimentación, habían escuchado los suficientes rumores como para ir corriendo hacia allí con una magnífica lentitud, cultivada a través de varios años de experiencia en no morir.

El doctor Asperger tuvo una revelación.
El sonido de las alarmas lo había sacado de su lectura y, volviendo al mundo real, gestó ese pensamiento.
Se había dado cuenta de que el opuesto del amor no era el odio, sino el miedo. Se trataba de un error de conceptualización sencillo de entender: el foco estaba puesto en lo que deseábamos para la otra persona, felicidad o infelicidad, una vida próspera o una vida miserable, de lo cual atribuíamos como causa o bien el amor o bien el odio. Sin embargo si cambiábamos el punto de fuga, si decidíamos reflexionar en lo que nosotros sentíamos, el amor y el miedo eran perfectos antagonistas: el primero le hacía sentir a uno seguro y en casa, liberado en su propio mundo; el segundo le hacía sentir inseguro y enjaulado en la prisión de su mente.
Tal vez por eso los celos se veían como una muestra de amor a pesar de ser una forma de miedo, tal vez por eso los niños que llevaban su síndrome por estrella, de alguna manera, eran libres en cualquier lugar.
Incluso en el orfanato, pensó él, porque una persona torcida podía llegar a una conclusión errónea desde la más correcta de las premisas.
Dio un par de golpes con su dedo índice a su elegante caja de tabaco y tomó un cigarrillo que no iba a disfrutar.
La puerta de su escritorio se abrió sonoramente.
La enfermera Richter tenía a la paciente número ocho cogida de la mano.
–¡¿Qué despropósito es éste?! ¡¿Cómo irrumpe usted así en mi despacho…?!– comenzó a vociferar el doctor.
Pero Mia Richter le respondió hablando en un susurro y él tuvo que esforzarse en oírla. Hasta donde ella sabía, si le hablabas de ese modo a quien te gritaba, paraba de hacerlo para escucharte.
–Usted mandó a mi hijo al orfanato Am Spiegelgrund– dijo con frialdad. Tenía una pistola en la otra mano que trataba de ocultar. Bien pensado, la venganza no era algo inteligente que hacer con el odio.
–Ah, ya entiendo –dijo el doctor, sin percatarse del arma, con ese tono condescendiente de quien sabía tener sólo un reducido grupo de iguales entre los cuales no se contaba su interlocutora–. ¿Cree que por el hecho de que yo firmara esos documentos, era quien tomaba las decisiones? –ahogó una risotada en su arrogancia–. Las mujeres sois criaturas débiles e irraci…
Su cabeza explotó ante el grito de la Banshee.
–Gracias por ayudarme –le dijo Mia a Zlata, llena de dudas–. No te preocupes, cumpliré mi parte: saldremos de aquí.
Ninguna se sentía mejor y probablemente se habían transformado en algo peor. Sin embargo había algo que ambas detestaban de los hombres buenos que observaban a los hombres malos sin decir una palabra.


jueves, 31 de octubre de 2019

Promesas y palabras


Promesas y palabras:

            Siento mucho haber tardado tanto tiempo en darme cuenta de quién eres, de saber ver a través de ti, de apreciar cada cosa que haces, cada pequeño gesto. Creo que este amor me ha hecho más sabio y he comprendido que no tiene sentido querer cambiar a las personas, o querer que siempre estén ahí para ti. Cuando te miro no comprendo cómo el mundo no se enamora de ti al instante, y siento que a tu lado he crecido y me he hecho fuerte. Tengo mucho que agradecerte y, por supuesto, me faltan las palabras. Eres inteligente, graciosa, crítica y analítica y, aunque sea irrelevante para alguien como tú, hermosa. A veces pienso en esas personas que dicen aquello de “no eres como las otras chicas”, no entiendo qué problema hay con las otras chicas. Todo el mundo es único y tal vez lo que tratamos de decir es: “pero tú eres improbable”. Yo no pienso fallarte, estaré ahí para ti. No quisiera extenderme mucho con esto, pero, si pudieras sujetarme con firmeza ese cable…
–Por favor, déjame ir. No le diré nada a nadie. Ni siquiera sé tu nombre… Déjame ir… por favor…


jueves, 17 de octubre de 2019

Day-Dreamweaver

Now you can read it, weird dreams, not the kind of stuff I tend to write but…

Day-Dreamweaver.

            She got up from the ground, it was cold under her hands, lustrous.
            The corridor wasn’t exactly lit, at least she couldn’t detect any source of light.
Countless doors flanked it.
Onwards and backwards, its ends seemed to multiply into the infinite. It was difficult to say as some white color guzzled everything just a couple of steps ahead of her. It wasn’t fog, it was just whiteness. It could have been some sort of blackness that, lacking any shade, could not be dark enough or a toneless opacity, yet it was a white background like an empty canvas. Perhaps it wasn’t fear, but she felt a deep concern.
That character vanished in a TV-like white noise.
It’s no use to me.
And that white noise took over.
—He wrote a book, in the first page he tells us how the general marches toward the fortress, in the other one he describes his conquest in detail, plus, it has drawings. You can buy it for only twenty euro.
White noise. I feel grateful, I guess.
—It always happened in situations as small as myself, when they raped me, I always thought I needed those people because, deep in my heart, I felt they were the only people in my life. Please, stop touching me…
White noise. Another nightmare? It cannot be worse.
—Do you want to be happy? Udov is for you! You will be happy with only one dosage (until its effects expire). Nothing is more attractive than happiness. Nude girls on the camera two, thanks!
White noise. At least this is only disconcerting.
—XX is equal to woman and XY is equal to man, now a bunch of biologists are not going to come here only to mess everything up.
White Noise. Actually, I cannot possibly know whether this is getting any better.
He or she is EVERYTHING YOU ALWAYS WANTED, you should have desired… Life will spank your ass. A sexy yet painful spank. Do you like ropes, handcuffs? He shares your very tastes, you will never connect like that with anybody else, unfortunately your ideal guy has none of the relevant attributes, you forgot to ask for them and you must accept it: nobody changed another person ever. It would be terrible thinking that someone can save you from yourself, nobody deserves that weight on their shoulders. Just join whatever you desire and whatever you need together like two hands giving thanks.
Do you want to know the secret?
You are the heroine, nobody will save you, that’s a tale crowded by dark consequences, a metaphor exploiting your fear of loneliness so that you will share it with a miserable person. You are your charming prince, your warrior, go out there and fight with all your might. The word insight is the clue. Accept who you are, you won’t be able to accept the others otherwise and nobody won a war against themselves. Is it bravery? Is there even another option?
Those scars…
You’re a whisper in the breeze, a roar flying swiftly with the wind.
I am a dreamweaver but in these times of crystal dwellers, nobody remembers my power. I know I shouldn’t wake up, not like this, not now.
You know how it’s done, you’ve done it plenty of times, you only need to say the magic words.
The smell of mysteries slides on your skin and that honey covering every interrogation mark gets spilled over dogma, the world’s greenness wraps the lawn hidden in the curve of your lips, stemming from underneath your feet. Autumn leaves reveal the dance of the wind and you’re flowing through this warm feeling of two bodies that love each other in between a hug, writing tenderness on their souls as eternity does on the rain.
This verse weaves a twilight burning fire smell and that smile tastes like the best chocolate.
Because, if you think about it, the whole truth fits in one single kiss.
You can do it now.
Wake up.

 Creative Commons Licence
Day-Dreamweaver by Marta Roussel Perla is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
Based on a work at https://martarousselperla.blogspot.com/.

miércoles, 31 de julio de 2019

Day-Dreamweaver


Day-Dreamweaver:

Se levantó del suelo, lo notaba frío bajo las palmas de sus manos, lustroso.
El pasillo no estaba realmente iluminado, al menos no podía detectar ninguna fuente de iluminación.
Innumerables puertas lo flanqueaban.
Adelante y atrás los extremos parecían reproducirse hasta el infinito. Era difícil afirmarlo, dado que el color blanco lo engullía todo a tan sólo unos pasos. No era niebla, sólo era color blanco. Podía haber sido una especie de negrura que, por no tener matices, ni siquiera fuera oscura o una opacidad sin tono, pero era un fondo blanco como el de un esbozo. Tal vez no era miedo, pero sentía una profunda inquietud.
El personaje se difuminó en ese ruido blanco del televisor.
No me sirve.
Y el ruido blanco lo tomó todo.
–Ha escrito un libro, en la primera página nos cuenta cómo el general se dirige a la fortaleza, en la otra nos detalla su conquista, además tiene dibujos. Puedes comprarlo por sólo veinte euros.
Ruido blanco. Se agradece, creo.
–Siempre ha sido en entornos tan pequeños como yo, cuando me violaban, siempre he pensado que necesitaba a esas personas porque, en el fondo, eran las únicas que había en mi vida. Para de tocarme, por favor…
Ruido blanco. ¿Otra pesadilla? No puede ser peor.
–¿Quieres ser feliz? Udov es para ti. Serás feliz con una sola dosis (hasta que se acaben sus efectos). Nada resulta más atractivo que la felicidad. ¡Chicas sin ropa por la cámara dos, gracias!
Ruido blanco. Al menos esto es desconcertante sin más.
–XX es igual a mujer y XY es igual a hombre, no van a venir ahora unos biólogos de pacotilla a jodernos el chiringuito.
Ruido blanco. En realidad, no sé si esto está mejorando.
Él o ella ES TODO LO QUE SIEMPRE HAS QUERIDO, deberías haber deseado... La vida te dará un cachete en el culo. Un cachete sexy, pero doloroso. ¿Te gustan las cuerdas, las esposas? Él tiene tus mismos gustos, nunca conectarás así con nadie, además es inteligente y adora la buena comida, desgraciadamente tu chico ideal no tiene ni uno solo de los atributos relevantes, se te ha olvidado pedirlos y tienes que aceptarlo: nadie nunca jamás ha cambiado a las personas. Sería terrible pensar que una persona puede salvarte de ti misma, nadie se merece ese peso. Haz que lo que deseas y lo que necesitas se unan como dos palmas dando las gracias.
¿Quieres saber el secreto?
Tú eres la heroína. Nadie te salvará, eso es un relato lleno de oscuras consecuencias, una metáfora que explota tu miedo a la soledad para que lo compartas con una persona miserable. Tú eres tu príncipe azul, tu guerrera, sal a luchar con toda tu fuerza. La palabra insight es la clave. Acepta quien eres, de lo contrario no podrás aceptar a los demás. ¿Es valentía? ¿Acaso hay otra opción?
Esas cicatrices…
Eres un susurro en medio de la brisa, un rugido acompañando al viento.
Soy una tejedora de sueños, pero en estos tiempos de moradores del cristal, ya nadie recuerda mi poder. Sé que no debo despertar, no así, no ahora.
Sabes cómo se hace, lo has hecho más veces, sólo tienes que decir las palabras mágicas.
El olor de los misterios se desliza por tu piel y la miel de los puntos de interrogación se derrama sobre el dogma, el verde del mundo envuelve a la hierba en la curvatura de tus labios, naciendo húmeda bajo tus pies. Las hojas de otoño revelan la danza del viento y fluyes por el calor de un abrazo entre dos cuerpos que se quieren, escribiéndose el cariño en sus almas como lo hace la eternidad en la lluvia.
El verso teje el aroma del fuego al quemar y esa sonrisa sabe al mejor chocolate.
Porque, si lo piensas, todo la verdad cabe en un solo beso.
Ahora sí.
Despierta.




domingo, 30 de junio de 2019

Heretics and Idiots

Für Cielo, an amused muse.

Heretics and Idiots:

            Coordinate your legs! Do not fall!
Run, run, run for your life! Don’t throw up that beer, you paid for it!
Run, faster! Run!
Her legs burnt, her lungs started failing and she couldn’t catch her breath, every movement felt like headache and, in the middle of her drunkenness, the world didn’t seem to know where it was.
Skin like parchment, muscle and sinew strings, clotted blood after her and her iron, stained and shiny, defying the moon. They growled, coming on her heels.
And she, determined, stared at that gate before her, as the ground under her feet looked to be following another way.
In a time like that, they were faster than her, and she knew it.
High grass passed her by like a dark blur. Her sword finished two of them standing in her way, the sister’s movements were perfect, although, she burped when exhaling as she thrusted her blade at one of them. Surprisingly, she also killed a third one when hauling her sword out from the second undead skull.
She kept on running, more tired. She hit the door with her body, unable to stop. She opened it. She closed it. She used herself to barricade it.
Where she was?
Chairs, tables, wall made of stone… ¿a lounge?
–Twelve chimes on the other side of reality… –a man was sitting over there, absent-mindedly looking to the infinite.
–The dead are going to break through! –she shouted–. We need to bar this gate!
–…souls gather before the primeval fear…
–Hey, asshole, help me out!
–…the horned lords shall bow their heads…
She needed to find an escape route, they would probably get distracted with that madman, giving her time enough to run away without being followed.
Moonlight, as it passed through their thick glass, coloured the floor in darkness.
The dead banged at the door and at the stained glass windows. She wasn’t sure she could hold on much longer.
She saw a postern.
And she plunged at it.
And that door opened.
A staff casted an intense pale blue glow, glimmering still as no fire could ever do. The dead instantly froze.
–I need your help –said a young man voice–. Are you drunk?

That madman didn’t stop blathering and the necromancer, visibly fascinated, started to take notes.
Zoe, in that unreal situation, decided to vomit.
Sombra, her crow, managed to get through and join her. It cawed as it flew from her shoulder to the nearby tables.
Long minutes after that Zoe addressed the necromancer:
–Aatami, what are you doing here? Why in hell did you kill these people?
–I did it in self-defence –he answered plainly.
–Against librarians? Do you really want to convince me you didn’t set up and scenario in which you didn’t foresee them assailing you?
–I guess the show is part of the job: black clothes, skulls… people like to know what to expect –he laughed–. If I am robbed, does that mean that I am asking for it?
She looked at him, annoyed.
–They attacked me when having sight of my staff –he said, now noticeably angry–. I asked them if I could commence certain readings and they attacked me –he insisted–. This is a library and I wanted to read and I wanted nobody to kill me because of it. I honestly thought this was the proper place for that –he defended himself, showing her a book out from his cloak.
She counted those corpses on the floor.
–Hey, and about the fifteenth librarian… –she mentioned–, was it also in self-defence?
–Perhaps you find it hard to believe but, I promise you, it wasn’t a turn-based combat.
–I’m sorry, I’m not used to take the necromancers’ side: I hunt you –she explained–. I hunt you all and your creations –her crow cawed–. Do you think there are no reasons to destroy you all?
–That answer requires from certain nuances and that is precisely why I am here. Do you fancy a tea?
–Of course.
–That man picked my interest. He can be either an oracle or just insane. We’ll bring him with us. Someone should feed him. As we get out, could you please kill those zombies?

She glared at the bruised and fractured face of that last zombie standing on the field, face to face, her choked breathing as a sign of her exhaustion. That dead body was shredded skin, traces of muscle and bone. The female undead stood completely still. A blood blister on her cheek. A wound in her shoulder, punctured.
Zoe looked in her eyes, for a moment they reflected a plea close to sadness, it was just an instant. It lasted just an instant.

–How can a cabin in the woods be so cosy? –she asked right after Aatami gave her a small glass of tea. They were illuminated by the candlelight.
–Do you know what this man is talking about? –the necromancer queried, observing that strange fellow in a corner.
–I don’t think he does either…
–He’s relating an old prophecy –that madman went on reciting those unfathomable verses.
–The kind that mentions those Highly Unfriendly Gods?
–We called them the Ancient Ones back in the Academy. What do you know about the Church?
–It’s divided in four branches: the Sisterhood of the Death, which I belong to; the War Maidens, who ironically don’t tend to take part in any war; the… Wait a moment, why the hell are you asking about this?
–I incorrectly formulated my question, my apologies. Do you know anything about the Church origins? Why it was created?
–To erase necromancy. Well, the Church of War doesn’t seem to have any purpose other than the practice, and… the Church of Disease works on healing it, and the Famine one is up to alleviate it. But the Sisterhood is the first branch. My sisters and I work making sure dead things stay dead. Judging by your looks, I don’t get a single one right.
–How long have you been a sister?
–I was a little child when I arrived to the monastery, given that I started fighting when I was around fourteen or fifteen years old… I guess I’m a sister since you were born.
–And you never wondered why necromancers are, why they can’t extinguish their own creations, only bring them to a halt?
–Yeah, but when I’m killing them, they can’t give the best answers –Sombra cawed and flapped its black feathers.
–Let’s come back to your Highly Unfriendly Gods. They devastated the world more than a thousand years ago.
–That’s true –she agreed.
–Do you know where they extracted their energy from, which allowed them to access our reality?
–Mmm…
–Have you ever asked yourself how do we necromancers reanimate the dead?
–I hope this isn’t a tricky question. Errr… with magic? –Zoe ventured.
–The dead still have a spark of life we use, to utterly destroy it the Death sisters must finish them.
–Are you telling me that those Highly Unfriendly Gods obtain their energy from the undead?
–No, I’m telling you they obtain that energy from the dead, from all of them. I know it breaks your official tale, but the Church of Death was born along with the Academy of Necromancers to ensure that any remaining energy in every corpse was properly extinguished and, thus, the Old Ones couldn’t make any use of it.
–Are you making such affirmation on any basis?
–Yes, indeed I spent the last two years of my life on gathering documental support for this theory.
Aatami reached a shelf and placed some ominously bulky codices on the table.
Are you making such affirmation on any summarizedbasis? –she enquired in an alarmed tone of voice–. I won’t read that, no way. Besides, where did you get those books?
–Some of them from the forbidden city of Untersagt. Regarding this one –he said about the book he just borrowed– from the Svalbard Library. I believe they have a shortage of librarians now.
–But what could have happened? Necromancers don’t go around now summoning undead so that my sisters can kill them, I’ve never heard of something like that. In fact, they muster small armies of undead people to achieve their own goals. And reasonably, to defeat those zombies in the long run, we need to face every necromancer we find as well.
–Certainly, what remains today is nothing but a residual tale about ancient rituals, already forgotten. In case my theory is correct, consequences are going to be… lingering, nonetheless. And I love being right, but the only way to be always right is to admit when you’re wrong, so let’s tread carefully.
–Who the fuck would’ve covered something like that?
–Probably nobody, probably everybody.
–Not a very specific answer.
–Honestly, Zoe, I don’t believe there’s a conspiracy to set the Old Ones free, I don’t think there’s anybody to blame for devising an evil plan which will lead us to our extinction. In my opinion men and women forgot their History through centuries of infighting for power, I’ve read about small groups attempting to keep the essence of our struggle or to transform it, I’ve read about frontiers colliding and countries at war which had other priorities to handle provided the Sisterhood of the Death was relatively present. Taking the writings into account, at some point during the fourth century the alliance between the Church and the Academy was so deteriorated that all communication got cut. It is easy to imagine how a black legend around the Academy could have been spread and it’s a reasonable consequence that, after years of vicious prosecution and hunt and constant endeavour to regroup, the necromancers themselves adapted little by little to that narrative. There are copies of these books in Untersagt, meaning that at least a few people kept these records and possibly had some knowledge about how the world looked like after the Old Ones coming.
–I guess the Highly Unfriendly Gods must perceive a lot of energy after the Warming and the Wars Age… why they didn’t come sooner? Our ancestors were famous due to their discoveries and technology, but also for killing and slaving millions of people throughout the centuries.
–I’m afraid I can only offer speculations to you –he answered.
–And what’s the relation between all that and this guy? –interrogated Zoe while looking at that ever muttering man.
–I don’t know, perhaps he lost his sanity, but in case he is an oracle as he looks like… He would be warning us about our close end. It makes sense considering that energy accumulation by the Old Ones is a constant and slow process.
–And what do I have to do with this? –she probed.
–You’re going to help me –Aatami answered–, you’re a legend, aren’t you?.
–Are you crazy?! –she roared–. I am a necromancer’s friend, I’m not the most orthodox Death’s sister, precisely. I might be a legend but they look at me as if I were a weirdo, man! –after some cursing time she managed to calm herself–. You say I must help you. Help you with what? –of course, she was already afraid of the words he was going to pronounce.
–Help me restore the alliance between Church and Academy and find any mean to destroy the Old Ones or reinforce dimensional boundaries –the wizard stated.
–You’re freaking out. And I’m freaking out, you’re telling me the world…
–…is not what it looks like. But it makes sense, am not I right?
They drank their tea, pensively.
At first they didn’t notice, but it was already there.
A deep silence broke through the cabin, so intense that they were capable of hearing their own hearts pumping blood, their breath too loud, their eyelids when blinking, their hair standing on end, their ears clicking while reacting to that absence of any external sound.
Perhaps instinctively, they gazed at the oracle: his body bloated and rippled, his skin darkened, every part of him seemed to get torn off and reassembled. The echo of those abhorrent sounds among the emptiness reverberated inside the heads like a nightmare.
A beast beyond definition had managed to cross in order to devour all sanity.
And the flow of time had ended.


viernes, 31 de mayo de 2019

Herejes e idiotas

Para Cielo, an amused muse.

Herejes e idiotas:

¡Coordina las piernas! ¡No te caigas!
¡Corre, corre, corre por tu vida! ¡No vomites la cerveza, que las has pagado!
¡Corre, más rápido! ¡Corre!
Sus piernas ardían, sus pulmones luchaban por dar abasto, cada movimiento dolía en la cabeza y se sentía como si el mundo no supiera dónde quedaba nada en la borrachera.
Piel correosa como pergamino, hebras de músculo y tendón, sangre coagulada y el acero desafiando a la luna entre brillos y manchas. Ellos gruñían, le pisaban los talones.
Y ella observaba con determinación aquella puerta de madera a la que se dirigía mientras el suelo parecía querer ir por otro camino.
En esas circunstancias ellos eran más rápidos que ella y ella lo sabía.
La hierba alta pasaba a su lado como un borrón oscuro. Su espada acabó con dos de los muertos que se interpusieron entre ella y su destino, sus movimientos eran perfectos aunque al soltar aire para dar una estocada eructó. Para su sorpresa hirió a otro zombi en la cabeza al sacar su espada de entre el cráneo del segundo cadáver andante.
Siguió corriendo, más cansada. Se golpeó contra la puerta, incapaz de frenar. La abrió. La cerró. Usó su cuerpo como barricada.
¿Dónde estaba?
Mesas, sillas, paredes de piedra, ¿un comedor?
–Doce tañidos al otro lado de la realidad… –un hombre estaba sentado en una mesa, mirando al infinito.
–¡Los muertos van a entrar –exclamó ella–, necesito atrancar la puerta!
–…las almas se reúnen ante el miedo primordial…
–¡Eh, gilipollas, ayúdame!
–…los señores astados inclinarán sus cabezas…
Necesitaba encontrar una vía de escape, posiblemente se entretendrían con ese loco dándole tiempo para huir sin que la siguieran.
La luz de la luna, al pasar por el grueso cristal, coloreaba el suelo en la oscuridad.
Los muertos golpeaban las puertas y las vidrieras de las ventanas. No estaba segura de poder aguantar mucho más.
Vio una puerta lateral.
Y se lanzó en su dirección.
Y la puerta se abrió.
Un báculo emitía una luz azul intensa y mortecina a la vez, refulgiendo de forma estática como ningún fuego podría. Los muertos se detuvieron al instante.
–Necesito tu ayuda –dijo la voz de un hombre joven–. ¿Estás borracha?

El loco no paraba de hablar y el nigromante, consecuentemente fascinado, comenzó a tomar notas.
Zoe, ante aquella escena surrealista, decidió vomitar.
Sombra, su cuervo, había logrado abrirse camino y llegar hasta ella. Graznaba ocasionalmente mientras volaba desde su hombro hasta las mesas alrededor.
Largos minutos más tarde Zoe se dirigió al nigromante.
–Aatami, ¿qué haces aquí? ¿Por qué demonios has matado a estos hombres?
–Ha sido en defensa propia –contestó llanamente.
–¿Contra unos bibliotecarios? ¿Pretendes que me crea que no has preparado un escenario en el que sabías que te iban a atacar?
–El espectáculo forma parte de la profesión, ya sabes: ropa negra, calaveras… a la gente le gusta saber a qué atenerse –se rio él–. ¿Si me roban es culpa mía, voy provocando?
Ella le miró, irritada.
–Me han atacado al ver mi bastón –dijo él, ahora visiblemente indignado–. Les he preguntado si podía comenzar unas lecturas y me han atacado –insistía él–. Estamos en una biblioteca y yo quería leer y que nadie deseara matarme por ello. Me pareció que éste sería el lugar apropiado, la verdad –se defendió, mostrándole un viejo libro de entre sus ropajes.
Ella contó los cadáveres en el suelo.
–Oye, lo del decimoquinto bibliotecario –comentó Zoe–, ¿también fue en defensa propia?
–Tal vez te cueste creerlo, pero te prometo que no fue un combate por turnos.
–Perdona, no estoy acostumbrada a ponerme del lado del nigromante: yo os doy caza –le explicó, su cuervo liberó un graznido–. ¿Crees que no hay razones para destruiros a todos?
–La respuesta a esa pregunta requiere de ciertos matices y precisamente por eso estoy aquí, ¿quieres tomar un té?
–Por supuesto.
–Me interesa este hombre: tal vez sea un oráculo o un loco. Nos lo llevamos. Alguien tendrá que darle de comer. Cuando vayamos saliendo, ¿te importa matar a los zombis?

Con el aliento entrecortado por el cansancio, Zoe miró con desprecio el rostro magullado y fracturado de la última zombi que quedaba en pie sobre el campo. Su cuerpo muerto, hecho jirones de piel y atisbos de músculo y hueso, estaba completamente inmóvil. Una costra de sangre reseca cubría una mejilla. Una herida en el hombro lo había perforado.
Zoe la miró a los ojos, por un momento se reflejó en ellos una súplica cercana a la tristeza, sólo fue un instante. Sólo duró un instante.

–¿Cómo puede ser una cabaña en un bosque tan cómoda? –inquirió Zoe mientras Aatami le daba un pequeño vaso de té. La luz de las velas los iluminaba.
–¿Sabes lo que dice este hombre? –interrogó el hechicero, mirando a aquel extraño en un rincón.
–No creo que lo sepa él tampoco.
–Está relatando una antigua profecía –el hombre loco seguía recitando sus versos incomprensibles.
–¿De ésas que hablan de los Dioses Muy Poco Amigables?
–En la Academia tendemos a referirnos a ellos como los Antiguos. ¿Qué sabes de la Iglesia?
–Está dividida en cuatro ramas: la Hermandad de la Muerte, a la que pertenezco; las Doncellas de la Guerra, que irónicamente no suelen participar en ninguna de ellas, las… Espera, ¿por qué demonios me preguntas esto?
–He formulado mal mi pregunta, mis disculpas, ¿sabes algo del origen de la Iglesia? ¿Por qué se creó?
–Porque debíamos luchar contra los nigromantes. Bueno, la Iglesia de la Guerra no parece que tenga ningún propósito en particular aparte de entrenar, y… la Iglesia de la Enfermedad se dedica a curarla y la del Hambre se dedica a paliarla. Pero la Hermandad de la Muerte es la primera. Mis hermanas y yo nos ocupamos de que las cosas muertas sigan en su sitio. A juzgar por cómo me miras no estoy dando ni una.
–¿Cuánto tiempo has sido una hermana?
–Era una niña cuando llegué al monasterio, si me puse a combatir con unos catorce o quince años… supongo que soy una hermana en funciones desde que naciste.
–¿Y nunca te has preguntado el porqué de los nigromantes, por qué no pueden destruir sus propias creaciones, sólo detenerlas?
–Sí, pero cuando les estoy matando no pueden responderme bien –Sombra graznó, aleteando sus plumas negras.
–Volvamos a tus Dioses Muy Poco Amigables. Arrasaron el mundo hace más de mil años.
–Así es –convino ella.
–¿Sabes de dónde extraían la energía que les permitió acceder a nuestra realidad?
–Mmm…
–¿Nunca te has preguntado cómo podemos reanimar a los muertos?
–Espero que no sea una pregunta-trampa. Esto… ¿con magia? –se aventuró Zoe.
–Los muertos tienen una chispa de vida que nosotros utilizamos, para extinguirla totalmente las Hermanas de la Muerte necesitan rematarlos.
–¿Me estás diciendo que los Dioses Muy Poco Amigables extraen energía de los no-muertos?
–No, te estoy diciendo que obtienen la energía de los muertos, de todos en realidad. Tal vez rompa el relato, pero la Iglesia de la Muerte nació junto con la Academia de Nigromantes para asegurarse de que la energía remanente en los cadáveres se extinguía y, así, no podía ser utilizada por los Antiguos.
–¿Tienes alguna base para realizar tal afirmación?
–Sí, de hecho, buscar apoyo documental para defender esta teoría me ha ocupado los últimos dos años de mi vida.
Aatami fue a una estantería, puso varios códices ominosamente gruesos sobre la mesa.
–¿Tienes alguna base resumida para realizar tal afirmación? –inquirió, alarmada–. No pienso leerme todo eso, además, ¿de dónde los has sacado?
–Varios de ellos de la ciudad prohibida de Untersagt. En lo concerniente a éste –dijo respecto del libro que acababa de tomar prestado– de la Biblioteca de Svalbard. Creo que ahora necesitan bibliotecarios.
–¿Pero qué pudo pasar? Los nigromantes ya no conjuran no-muertos para que las hermanas los destruyan, nunca había oído hablar de algo así. De hecho, los nigromantes utilizan pequeños ejércitos de no-muertos para alcanzar sus propios fines. Y, razonablemente, para acabar con los zombis a largo plazo, solemos tener que hacer frente también a aquellos que los conjuran.
–Efectivamente. Lo que queda a día de hoy no es más que un relato residual de las antiguas funciones, ya olvidadas. Si mi teoría es cierta, sin embargo, las consecuencias van a ser… duraderas. Y me encanta tener razón, pero la única forma de tener siempre razón es saber admitir cuándo te equivocas, así que procedamos con cautela.
–¿Quién coño puede haber encubierto algo así?
–Probablemente nadie, probablemente todos.
–No es una respuesta muy concreta.
–Si te soy sincero, Zoe, no creo que sea una conspiración para liberar a los Antiguos, no creo que nadie sea culpable de trazar un plan maligno que nos lleve a nuestra extinción. Creo que los hombres y mujeres han ido olvidando la Historia a través de siglos de luchas internas por el poder, de pequeños grupos que trataban de conservar la esencia de nuestra lucha o también de transformarla, de fronteras en colisión y países en guerra que tenían otras prioridades siempre y cuando la Hermandad de la Muerte estuviera relativamente presente. Teniendo en cuenta los escritos, en algún momento del siglo IV la alianza entre la Iglesia y la Academia estaba tan deteriorada que cortaron las comunicaciones por completo. Resulta fácil imaginar que alguien pudiera construir una leyenda negra alrededor de la Academia de Nigromantes y resulta fácil pensar que los mismos nigromantes, en algún momento y tras años de sangrientas persecuciones e intentos por reagruparse, fueran ajustándose poco a poco a esa narrativa. Hay copias de los libros en Untersagt, de modo que al menos unas pocas personas debieron de conservar alguna idea del mundo tal cual era tras la llegada de los Antiguos.
–Supongo que los Dioses Muy Poco Amigables debieron percibir muchísima energía tras el Calentamiento y la Era de las Guerras… ¿pero por qué no haber venido antes? Nuestros ancestros fueron famosos por sus descubrimientos y su tecnología, pero también por esclavizar y matar a millones de personas a través de los siglos.
–Me temo que sólo puedo ofrecerte especulaciones –respondió él.
–¿Y qué relación tiene este tío con todo esto? –interrogó Zoe, contemplando a ese hombre que no había parado de murmurar incoherencias.
–No lo sé. Puede que sea un hombre que ha perdido la cordura, pero si fuese un oráculo, como parece… Nos estaría alertando de la proximidad del fin. Tiene sentido si pensamos que la acumulación de energía por parte de los Antiguos es lenta y constante.
–¿Y qué pinto yo en todo esto? –indagó ella.
–Tú me vas a ayudar –contestó Aatami–, eres toda una leyenda, ¿no es así?
–¡¿Estás completamente loco?! –exclamó ella–. Soy amiga de un nigromante, no soy precisamente la Hermana de la Muerte más ortodoxa que existe. ¡Seré una leyenda pero me miran como a un bicho raro, tío! –tras unos segundos de soltar maldiciones, consiguió calmarse un poco–. Dices que te voy a ayudar, ¿ayudar a qué? –por supuesto ella ya se temía las palabras que iban a venir a continuación.
–A restaurar la alianza entre la Iglesia y la Academia y buscar un modo de destruir a los Antiguos o reforzar las fronteras dimensionales –afirmó el hechicero.
–Tú flipas. Y yo flipo, me estás diciendo que el mundo…
–…no es lo que parece. Pero tiene más sentido así, ¿verdad?
Bebieron su té, pensativos.
Al principio apenas repararon en ello, pero ya estaba allí.
Un profundo silencio se abrió en la cabaña, tan intenso que eran capaces de oír sus corazones bombeando sangre, su respiración demasiado alta, sus párpados al parpadear, el arrullo de su piel al erizarse el vello y los oídos chasqueando al reaccionar a la ausencia de todo sonido externo.
Tal vez de forma instintiva fijaron su vista en el oráculo: su cuerpo se hinchaba y fluctuaba, su piel se oscurecía, todo parecía romperse y re-ensamblarse en ese cuerpo y el eco de aquel estruendo en medio del vacío reverberaba en sus cabezas como una pesadilla.
Una bestia más allá de toda definición había conseguido cruzar para devorar toda cordura.
Y el fluir del tiempo se había acabado.