Dar vida:
Las estanterías se reproducían hacia lo alto, repletas de frascos, extraños recipientes, libros dispersos y recetas prohibidas por poderosas instancias ya desaparecidas. La sala –oscura, circular y reducida– no parecía capaz de contener tantos objetos, pero al elevar la vista hacia arriba uno jamás acababa de mirar hacia un más allá que se extrapolaba en la más vasta eternidad –la eternidad que, al fin y al cabo, era–, y las baldas comenzaban a enroscarse en una espiral imposible.
Depositó la caja repleta de redomas tintineantes en el suelo, con el sonido de cristales chocando de fondo: un brindis privado con el infinito.
Le lanzó una mirada a U´shqr y éste se la devolvió con expresión afectada.
–R´lgrn, sostén esto –un gesto cuidadoso y el matraz cambiaba de dueño.
Había una gran mesa ante ellos, contenía estrellas y planetas, entre volutas de humo, viales y retortas dispares apretujadas contra el borde del tablero del cual emanaba toda la luz que necesitaban.
U´shqr alargó uno de sus miembros y de las estanterías advino a él una de tantas botellas almacenadas.
–Posibilidad de confianza/desconfianza es lo que andaba buscando.
–Y esto… –comenzó a decir R´lgrn leyendo la etiqueta del matraz–. ¿Esto es posibilidad de amor/indiferencia? ¿No le has echado mucho?
–Nunca es mucho.
–¿No te preocupan las opciones?
–Las disfruto –aclaró U´shqr.
–Hablas como si siempre fueran a escoger la felicidad.
–No. Hablo como si a cada segundo tuvieran esa alternativa.
–Eres muy optimista, joven e iluso.
–¿Tú crees? Te propongo algo. Con éste jugaremos tú y yo –afirmó U´shqr–. ¿Tú qué te apuestas?
–Su felicidad. ¿Aceptas?
–Por supuesto.
Se cogieron de uno de sus miembros, cerrando con lo que tal vez pudiera llamarse un apretón su juramento. Un gesto antiguo para un reto nuevo.
–Yo me apuesto mi vida –dijo U´shqr.
–He visto los ingredientes de la mezcla. Nada especial.
–Precisamente por eso, amigo R´lgrn: es una criatura común y corriente.
Acabaron sin más ceremonias y el fluir de los años se distorsionó como hacía siempre que pasaba por allí, fluctuando azarosamente.
Entre las brumas del tiempo el ser alzó el rostro y entornó la mirada con su espíritu preclaro, dándose cuenta de la intriga que se tramaba en otro espacio-tiempo. Y súbitamente ellos se supieron observados.
–No os hablo para desafiaros –comenzó la criatura a decir en una comunicación afónica, ya tras vidas de experiencia–, os hagáis llamar dioses o demonios a los que no venero. No hay nada entre vosotros y yo, no hay preposiciones que vinculen esta relación. No tenéis poder sobre mí. No os he creado, no dependéis de mí ni yo de vosotros, sois un símbolo de la ficción del lenguaje. No existe ni la libertad ni el destino. Y vosotros ya habéis desaparecido.
Y efectivamente el viento barría arena pigmentada y oscura, iluminada por tres lunas moribundas en una dimensión que se esfumaba en menos de lo que dura el ahora en la ilusión del tiempo.
–¿Qué te parece? –curioseó U´shqr mientras la nada se resquebrajaba reajustándose de nuevo en la oscuridad de los estantes repletos de redomas.
–Sería injusto quitarte la vida –respondió R´lgrn–, pero no has ganado –le advirtió.
–Me parece un mero tecnicismo, no obstante será como desees… –se rindió momentáneamente U´shqr–. Entonces, ¿apostamos otra vez?
–Soy anciano… y paciente.
–Me lo tomaré como un sí.
Dar vida por Jorge Roussel Perla se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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