No, caballeras y caballeros, no se alarmen, mi cerebro es bastante más inteligente que yo.

sábado, 1 de agosto de 2020

La guerra

La guerra:


Intentó levantar un brazo, pero en respuesta solo escuchó un zumbido mecanico y molesto. En alguna parte de aquel robot en el que estaba metido algo se estaba quemando.
—¿Puedes moverte? —preguntó.
—No —respondió Emily. Él no podía siquiera mover la cabeza, de modo que sólo veía el robot de Emily en una imagen estática, rodeada de escombros—. Pero quiero hacerlo. Desgraciadamente todos los sistemas están dañados.
—La última comunicación que me llegó fue acerca de un ataque a gran escala sobre este planeta en veintisiete minutos.
—De modo que vamos a morir —comentó Emily con tranquilidad, como si a ella no le atañera en lo más mínimo aquella situación.
—Siempre que me subo a uno de éstos —empezó él—, me ocurre que no recuerdo nada del exterior, sólo fogonazos de memoria, inconexos.
—A mí también me pasa. Supongo que también has llegado a la conclusión de que eso no tiene sentido.
—Me temo que voy a necesitar que seas más específica. ¿A qué te refieres?
—¿Qué interés tiene nadie en enviar un soldado a la guerra que no recuerda lo que ha aprendido?
—No lo sé… ¿has llegado a más conclusiones?
—Sí: que no hemos aprendido.
—Pero yo tengo una vida.
—En realidad no tenemos nada aparte de esto —aseveró Emily—. Al menos no cuando estamos aquí, de modo que no, ni siquiera tenemos evidencia suficiente para afirmar que tenemos una vida.
—Tengo un cuerpo, lo sé porque ahora mismo siento un dolor indescriptible, como de costillas y huesos rotos.
—Sin duda.
—Me estoy empezando asustar… —dijo él.
—¡¿Ahora?! ¡¿Quieres decir que esa flota que va a arrasar el planeta en el que estamos atrapados en veintisiete minutos te parece algo anecdótico?! —Emily esbozó una sonrisa triste—. No creo que seamos humanos. Desafortunadamente tenemos el sentido estético de uno, de modo que no pienso mirarme en un espejo, por lo que pueda pasar.
—¿Qué dices? ¿Si no fuéramos humanos, qué sentido tendría darnos conciencia y dolor?
—Ésa parece una pregunta perfecta para Dios.
—No creo que nadie sepa contestarla —se resignó él.
—A lo mejor en lugar de una razón lógica hay sólo crueldad.
—Eso es absurdo.
—Estamos en un campo de batalla, si puedes explicármelo razonadamente te invito a unas copas en ninguna parte —le desafió Emily—. Me encantaría ponerme filosófica acerca de la amoralidad del universo, pero —soltó un gruñido de esfuerzo— voy a abrir la escotilla.
—¡No! ¡Los gases te derretirán la piel! ¡Dicen que el dolor es indescriptible! —exclamó él aterrado.
—Ya estamos muertos y nada de esto tiene sentido —aclaró Emily—, ¿qué hacemos dos personas como nosotros aquí? Como ficción ni siquiera es creíble. Al menos quiero la verdad.