Matanza:
La gravilla gris parecía un todo fundiéndose con los escombros ennegrecidos de la casa calcinada y en ruinas. Retazos de hierba luchaban por verdecer el paisaje aunque tan sólo alcanzaban a parecer manchas oscuras en medio de una nada lítica.
Las nubes cubrían el cielo, el viento rugía y se abría paso ululando entre los árboles desnudos, entre los cuerpos de las cinco personas que estaban allí.
Cuatro desmontaron junto al linde del bosque, aún en el camino, armas en ristre.
La espesura constituía un terreno demasiado peligroso para los caballos: los árboles, aunque desnudos, estaban demasiado cerca unos de otros y sus raíces descomunales saltaban aquí y allí, salvando piedras y socavones, buscando un lugar por el que horadar un suelo duro y macizo que les expulsaba.
Nai –la quinta figura sin montura–, observándolos al abrigo de los árboles, tomó su hacha y su escudo, ajustándose las correas al brazo cuidadosamente, sin prisa. Después dejó planear su mirada por encima de cada uno de ellos: tres hombres y una mujer.
Los animales inquietos olían el tiempo cambiante a la intemperie y lo recibían con aprensión, piafaban y resollaban intranquilos tras los guerreros.
El vendaval arreciaba pugnando por transformarse entre torrentes gélidos y cálidos, desatándose y comenzando a rugir. Los rayos asolaban implacables las llanuras más allá, cada vez más cerca. El cielo oscurecía.
Nai esperó…
Y, en un momento dado, se tensó.
Se tensó sin una palabra cuando se lanzaron tres de ellos al ataque, la cuarta quería cubrir más distancia para pillarla desprevenida por detrás.
Correr, blandiendo espadas, una maza… Correr y saber que bien podría acabar la vida ahí mismo.
Un preciso movimiento de cadera y Nai esquivó un precipitado tajo horizontal que quería encontrar su cabeza.
Cercenó la mano del arma de su oponente notando la endeble resistencia del hueso contra el acero afilado y los tendones seccionados bajo su mandato.
La sangre la salpicó. El rostro de un hombre atractivo que tenía por nombre Maer se contrajo de dolor y profirió un alarido que reverberó en la cabeza de Nai mientras caía de hinojos con un sonido sordo. Se aferraba a lo que sólo era un muñón sanguinolento en vano.
Nai tuvo que interponer su escudo contra un golpe y una estocada de dos de sus enemigos, cuidando de desviar esta última hacia la izquierda, lejos de sí. Había un hueco abierto entre el torso y la maza que portaba uno de sus adversarios y Nai clavó su hacha en aquel tronco expuesto con un movimiento ascendente.
Maer gritaba.
El cuerpo de Thearas se desplomó sin vida junto a su maza, arrastrando a Nai con su peso que, ladeada de mala manera, asía el mango de su arma y tanteaba y forcejeaba para sacarla de aquel tórax con rapidez.
Nai consiguió detener otra estocada de Vaesel, un tipo con mirada de asco, con su rodela mientras desencajaba el hacha de las costillas del cadáver con un crujido.
Los aullidos del guerrero sin muñeca no cesaban, llenando el bosque muerto.
Unos cuervos comenzaron a graznar, esperando su justo banquete.
Escuchó el sonido de unos pasos tras ella, corriendo.
Le dio un hachazo en el cuello al de la mirada de asco tras balancear y equilibrar su arma. Le rajó la carótida.
Las gotas de sangre se deslizaban por el filo curvo de su hacha mientras ella se daba la vuelta para encarar a la mujer que debía de estar ya muy cerca.
Al tiempo que giraba sobre sí misma se agachó mientras flexionaba las rodillas barriendo con el escudo las piernas de Nallalon, la mujer tuerta. Su contrincante salió despedida, cayendo justo detrás de Nai la cual, volviéndose de nuevo y sin poder detenerse a calcular apropiadamente el golpe, descargó toda su potencia hacia abajo, clavando el arco que describía la cabeza de su hacha en el estómago de la tuerta Nalallon. Extrajo la hoja con una estela carmesí tras ella.
Nalallon trataba de recogerse las tripas mientras vomitaba sangre, sintiendo cómo se le escapaban los intestinos con cada respiración, con cada contracción que le asestaba el dolor.
El tipo atractivo del muñón, Maer, era persistente y sus chillidos seguían eclipsando el sufrimiento ajeno.
Nai decidió recompensar las súplicas de la tuerta con un tajo en la garganta y el sonido de un gorgoteo grotesco extinguiéndose en el silencio roto que eran los gritos.
Después volvió su atención a Vaesel, el de la mirada de asco, que malherido en el cuello sollozaba, pálido, de rodillas, intentando contener la sangre que manaba de una herida demasiado profunda y se derramaba oscura por entre la suciedad de sus dedos manchados, sabiéndose muerto, pidiendo clemencia con los ojos.
Ella incrustó el hacha en su sien y, con el crujido del hueso al quebrarse, dio término a su patético lloriqueo.
El filo tenía pegados pedazos de vísceras y pequeñas astillas óseas entre surcos rojos.
Maer, apoyado sobre un árbol, no había dejado de chillar durante aquellos largos trece segundos.
La guerrera se dirigió hacia él.
Empezó a llover. Primero cuatro gotas arrastradas por el viento que ya soplaba con fuerza, luego torrencialmente.
Los gritos cesaron para dar paso a unos terribles graznidos que tomaron el mundo bajo el estruendo de la tormenta que se alzaba sobre los caídos.
Plumas negras y lluvia limpiando sangre.
Y Nai.
–Los hombres siempre buscan una respuesta en la sangre –le había dicho la eterna Sonrisas a Nai hacía ya tiempo, mientras extendía sus alas negras sobre una montaña de calaveras, iluminada por el fuego de las nubes ardiendo–, y a la vez temen que detrás de la violencia no haya nada, que alguien pueda matar sin justificación. Lo sienten vacío, lo sienten absurdo. Siempre me ha parecido curiosa esa distinción. Y la estúpida ilusión de que hay una violencia que tiene alguna razón de ser, por remota que ésta sea. Sólo eres otra humana con un montón de motivos que no existen –liberó una carcajada al viento y desapareció entre sus ecos.
–¡No me importan tus palabras! –le había gritado Nai al vacío que quedaba–. ¡Estás loca! –exclamaba mientras el mundo de los hombres volvía a ser lo que ella recordaba y desaparecían la muerte y el fuego de la vagabunda Sonrisas para dejar paso a otra muerte, a otro fuego y a otras alas de plumas negras.
Llovía.
Y Nai seguía ahí, rodeada de cadáveres siendo devorados.
Sonrisas, perdida entre los ángulos del espacio-tiempo, sonrió divertida: esa gente seguía empuñando una espada en nombre de la justicia. Absurdo.
Matanza por Jorge Roussel Perla se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://parafernaliablablabla.blogspot.com.es/.
Me gustan algunas cosas de la guerra, aunque sé que es políticamente incorrecto decir esto. No me gustan las guerras de nuestros tiempos, en las que las bombas y la tecnología han sustituido a la batalla cuerpo a cuerpo, al sudor y la sangre de la auténtica lucha, con o sin principios de por medio. Digamos que soy una salvaje con aspecto de ser civilizado. Digamos que me alegro de que haya leyes en el mundo, aunque no siempre nos parezcan justas. Digamos que es una suerte no tener un arma en la mesilla cuando, el domingo por la mañana, mi vecino decide hacer bricolaje. La violencia y la batalla tienen algo muy atractivo, a pesar de los pesares...
ResponderEliminarComo espectáculo puede tener belleza e incluso ser alegórica como en Matrix, puede tener un punto entre cómico y grotesco como ocurre con Tarantino y con ciertas pelis gore o puede ser sencillamente brutal y realista como sucede con Kitano. Pero eso es espectáculo, algo a lo que se atiende mientras te fumas unos porrillos, bebes algo y comes palomitas. Sin embargo aunque me gusten esas barbaridades a través de la ficción de la pantalla (las disfruto mucho) nunca dejo de pensar en el mundo, en la vida que transcurre a nuestro alrededor y me viene a la cabeza el miedo y la muerte y lo que significaría algo como esto ahí fuera, en lo que significa. Y siempre reflexiono de un modo parecido: por estas cosas las revoluciones fracasan en lo más profundo. Hay que ser alguien muy despierto para ir en la dirección de lo pequeño, lo pacífico... Esto es sólo un relato. Podemos pensar sobre él, así que somos afortunados. La violencia es una más de las infinitas caras que tiene el sufrimiento y siempre (me parece a mí) es injusta. Es curioso que muchos vean en ella una puerta para la justicia, yo creo que al otro lado no hay nada.
Eliminar¡Un abrazote! ^_^
Perdona, Mirella, que he pulsado a eliminar tu comentario sin querer en el móvil, discúlpame, porque además era muy interesante. Como le decía a Klara, yo la violencia la disfruto mucho a través de un filtro de ficcionalidad, de verdad que me gusta y me convierto en un bárbaro que aplaude a Conan y se entretiene con Los renegados del diablo. Ahora bien, en la vida real, por una serie de motivos también, reniego de la violencia ya sea física o verbal, sencillamente no la aguanto y me parece estúpida y no puedo entender como puede ampararse alguien en la moralidad para hacer algo inmoral... Que rueden cabezas, pero no en la realidad.
ResponderEliminar¡Un abrazo! ^_^
He conseguido rescatar tu comentario:
ResponderEliminarMirella S.
Detesto la violencia, no puedo verla en el cine ni en la TV y menos en la calle.
Me cuesta leer novelas de guerra, algo se me cierra, será porque mi padre fue militar y contó cosas terribles y vi lo que le hizo a él.
Sin embargo Jorge, debo decirte que la descripción que hiciste de ese combate tan en desventaja para Nai, estuvo impecable y mantuvo el interés y tensión narrativa.
Más me gustó la reflexión que se desprende del final.
Un gusto pasar por aquí.
Abrazos. :-)
Una verdadera Matanza, Jorge.
ResponderEliminarSabes, esto de los blogs en verdad acaba teniendo muchas sorpresas positivas. Te la hago simple: Por motu proprio no habría elegido leer un relato con esta temática, pero me dejé llevar por el respeto, en primer lugar, luego por una punta de interés y acabé devorándolo como si fuera un fanático del cine gore.
Creo que es verdad que el hombre (como especie) siempre busca una respuesta en la sangre, es sociológico, antropológico, mítico.
Un fuerte abrazo.
HD
Muchas gracias por tu comentario la verdad es que es todo un halago saber que esta entrada te ha terminado atrayendo y agradezco mucho ser capaz de despertar esa clase de respeto literario (qué cosas...). Y además el gore me mola (aunque hay cosas y cosas, claro).
EliminarEl hombre busca una respuesta en la sangre y es un aspecto sociológico, antropológico y mítico, sí, mítico, puede que hasta esencial. Además la Historia no es sino un compendio de guerras por el poder, al menos la que nos enseñan en los colegios e institutos (cuán distinta sería la asignatura si se tratara más bien de una suerte de historia de la educación, como dice José Antonio Marina). Como soy un soñador me pregunto: ¿no será que la sociedad como ente tiene una especie de patrón de conducta, de idiosincrasia, en ciertos aspectos autodestructiva pero aún así susceptible de ser moldeada? Puede parecer un tanto ingenuo pero soy de la opinión de que el ser humano liberado de condicionamientos, barreras psicológicas y expectativas, es feliz. Y estoy convencido de que quien es feliz es irremediablemente bueno. Aunque el adjetivo "bueno" desaparezca para esta clase de personas que, probablemente, tampoco se definirían a sí mismas ni como "felices" ni de ningún otro modo. No ignoro que como hablo de la sociedad de una forma muy general quizás esté metiéndome de lleno en la naturaleza del hombre si es que existe tal cosa... Creo que la violencia nace de la ignorancia y el miedo, que no tiene razón de ser real o justificable, pero no creo que lo que llamamos Razón esté al otro lado, contemplando a la Violencia con superioridad. Lo que sí creo es que el hombre libre no es violento. Porque el violento es esclavo de su propia ignorancia.
Voy a parar de responder ya, porque, créeme, si llegados a este punto sigo escribiendo, no podré parar... es tanto lo que se puede pensar y preguntar y...
¡Un abrazo! ^_^
Bueno, ya te veo, haciendo apología del Cimeriano pero reculando en cuanto a su efectividad en la vida real y yo me temo, Dark, que la violencia del ser humano está implícita en su genética y es parte de la memoria atávica de la humanidad. Cambian los métodos que cada vez se hacen más sofisticados y obviamente más letales, pero no cambia el ansia de conquista o de poder, ni siquiera entre los que nos consideramos libres, porque definitivamente, no existe un hombre libre en la faz de la tierra, todos vivimos atados a múltiples condicionantes naturales o impuestos por la Sociedad.
ResponderEliminarLas pelis y los relatos como el tuyo, ayudan a catartizar toda la violencia que mantenemos reprimida, pero la vida siempre supera a cualquier ficción y Resident Evil es una bicoca al lado de la realidad que se está viviendo en Somalia, por ponerte un ejemplo del que tengo largas referencias.
Nada es comparable a la realidad pura y dura, aunque ahora en lugar de hachas y espadas se utilicen virus de laboratorio para exterminar al enemigo. La violencia es la misma desde la génesis del hombre y para que unos puedan vivir en una paz utópica planteándose el pacifismo como arma integradora, miles son utilizados, esclavizados, exterminados, considerados daños colaterales, sin atenerse a códigos morales de ningún tipo.
Y ni que decir tiene que la violencia no siempre es negativa. ¿Le quedaba otra opción a Naín para sobrevivir? El equilibrio entre bien y mal es muy difícil porque todos podemos ser buenos y malos en un momento dado, incluso intentando ser justos. Que no nos pongan a prueba, Darkito.
Has llevado muy bien este relato de supervivencia, a cámara lenta, podría decirse.
Abrazo.
Namasté.
Morg, muchas gracias por tu comentario y por todo el desarrollo que le has dedicado. Y me alegro de que te haya gustado mi relato gore on the rocks.
EliminarTú podrás intuir que conozco la violencia de cerca, no la del campo de batalla ni mucho menos, pero sí la del alma perdida que busca poder y dominio sobre el otro entre leves constricciones de miedo. Creo que la violencia -contra uno mismo, contra los demás y pese a su potencial utilidad- es sufrimiento en su misma base y creo que a lo que más puede ella aspirar es a ser el portaestandarte de una justicia fracasada, a ser el menor de dos males -esto es: que es siempre negativa-. Ahora bien, aunque puedo resultar ingenuo en mis planteamientos, me parecería irresponsable negar su existencia en el mundo, feroz, desmedida, cruel e idiota (en Somalia, El Congo, en los Estados Unidos, en España, en Suecia o en Afganistán). Tampoco creo que la violencia vaya a tener fin en algún momento porque efectivamente parece algo connatural al ser humano y al mismo mundo -y no estoy a favor de que desaparezca, no creo que sea posible ni deseable-, pero sí creo que la agresividad puede ser paulatinamente transformada y, sobre todo, comprendida y abrazada -porque ése sería el sendero que nos podría llevar a transformarla-. En mi opinión siempre se puede aprender así que... que me pongan a prueba, una y otra vez. Que me pongan a prueba. Si yo ya sé que la cagamos, pero hay gente valerosa que se atreve a decir "la he cagado, esto es como para quitarse controles y barreras, ¿no?".
Puntualizo que para mí una persona libre no piensa en términos de libertad o destino -¿cómo podría ser libre entonces? Jajaja-, pero sabe que quien niega la realidad está condenado a repetirla -peligro: ¡paradoja!-. Todos estamos condicionados, pero yo soy demasiado crío. Y cuando me paro a analizar el resultado profundo de las revoluciones tradicionales encuentro más violencia tras de sí -a veces incluso bajo formas extremadamente sutiles, es interesantísimo-. Sin embargo cuando pienso en personas como Gandhi o Luther King y en lo que llevaron a cabo no puedo dejar de pensar que ésa es la dirección hacia la que deberíamos tender -y esa gente seguro que también cometía errores-. La ética es extraña, ¿cómo del "es" llegamos al "debe"? ¿No es como una falacia? Y curiosamente también estamos condicionados genética y socialmente para pensar en términos de moral -es interesante porque el mundo es amoral (que no inmoral), los morales son nuestros ojos-. No tengo nada para justificar la paz o "el bien", tal vez sea como la violencia al fin y al cabo... pero estoy convencido de que tenemos el poder -un poder distinto al cual estamos acostumbrados- para rebelarnos hasta las últimas consecuencias, contra todo y a favor de todo, como si dejáramos de ser. Joder, estoy resultando un poco moñón... ¡Escribo una mierda death-metal y acabo hablando de mariposas, locorrocos y arcoiris! Jajajaja.
La solidaridad también es parte de nuestra constitución psicológica, es uno de los motores sociales. La felicidad está ahí, en todas partes... recordándonos que no tenemos que ser quienes nos han contado. Simplemente reniego de la violencia porque es una prisión que mostrándose a la vista esconde sus secretos. Hace lo mismo que lo que sea que haya en la otra cara de la moneda.
Que me pongan a prueba, que yo jugaré y lo pasaré bien jodiéndome y luego -si estoy atento- acertando. Aunque no sé yo si yo hago esas cosas que creo que hago -¡inconcebible!-.
¿Te he llegado a responder algo o me he perdido yo solo? En fin, con toda probabilidad nosotros no somos tan importantes como creemos, lo somos más y menos. Jajajaja.
Y Nai no creo que sea la mejor persona que he escrito... yo creo que sufre mucho.
¡Un abrazo, Morg! ^_^
Y que sepas que cuando proyecté este blog en mi mente esperaba tener precisamente esta clase de comentarios enriquecedores, posturas variadas, letras y letras de otros e ideas, muchas ideas fantásticas y molonas de gente que dice lo que piensa. Qué guapo.
Y lo de los comentarios chulos va por todos, os lo aseguro.
Eliminar