Impasse:
En la noche que había despertado –ésa que estaba al otro lado de la ventana– un sinfín de luces iban y venían, afortunadamente el potente estruendo de los coches volando de aquí para allá no atravesaba los cristales.
El resplandor del monitor iluminaba tenue la habitación en la oscuridad, una taza de café a medio acabar se enfriaba junto a ella y multitud de dispositivos electrónicos se desperdigaban por la mesa sobre la que dormitaba en una cacofonía de multicolores luces intermitentes. Y ella roncaba levemente mientras un hilillo de saliva caía de la comisura de sus labios y su gata dormía plácidamente a su lado. Unas gafas para conectarse a la red, con aquellos cristales verdes que emitían un suave fulgor, se aferraban como podían a su cabeza.
El sonido ronco y desagradable del timbre hizo que abriera los ojos y se alzara en un aspaviento. Sus gafas terminaron de caer a la mesa. Ante aquel ruido áspero y eléctrico de la puerta su gata se dignó únicamente a menear una de sus orejas, ella por su parte terminó de incorporarse resignada sobre la silla, tenía un post-it pegado a la mejilla y los ojos entrecerrados. Parpadeó. El timbre volvió a sonar estridente, impaciente. Tenía que cambiar ese timbre de una vez, era el peor despertador del mundo. Se levantó y comenzó a caminar rápidamente hacia la puerta, intentando organizar su mente. Con el pelo enmarañado le echó un vistazo a su reloj de pulsera, eran las nueve de la noche y empezaba a estar bastante segura de que con sus ganancias debía alquilar un local y tal vez contratar a un secretario. O al menos mudarse a un barrio mejor, de ésos que estaban arriba, donde había más sol y el aire olía menos a cerrado.
Abrió la puerta y se encontró frente a frente con Laia Olson, la cual traía consigo la habitual expresión de preocupación que solían tener sus clientes.
–Perdona, Laia, no… –comenzó ella a decir luchando aún contra el sueño o tal vez contra la realidad–. Estaba durmiendo. Ayer terminé de interrogarlos a todos… –su voz se desplazaba tirante– terminé tarde.
–¿Has hablado con todo el vecindario? –dijo Laia quitándole el post-it de la mejilla, su asombro no conseguía hacerse un hueco a través del desasosiego.
–Para eso me pagas, creo –se aventuró Amina.
–¿Y has encontrado algo? –preguntó Laia evidentemente inquieta.
–No, nadie sabe nada, pero eso concuerda con los informes de la policía… se supone que el cuerpo fue desplazado de la escena del crimen.
–¿Y nadie sabe nada? –la desesperación contenida en cambio sí podía entrar en juego con facilidad.
–A veces parece una pena que esto no sea como al otro lado del Atlántico, con cámaras de vigilancia en cada esquina –dijo irónica mientras se desperezaba–. El concierto acabó muy tarde, y luego permanecisteis en el Spike & Jet por un espacio de tiempo dilatado.
–¿Me estás interrogando, Amina? –aunque se esforzaba en aparentar tranquilidad, parecía a un paso de explotar desquiciada. Amina consideraba que Laia estaba llevando el asunto con bastante entereza.
–Una vez es suficiente. Saliste fuera de toda sospecha, como el resto de amigos de Scott, sólo intento explicarte la situación… Perdóname, mi cabeza está repasando informes incluso ahora. Pasa… Siéntate, ponte cómoda, te traeré algo de beber... y no te cobraré por ello.
Amina Adams se dirigió a esa especie de chatarrería entrópica que era su cocina, rebuscó entre pilas de utensilios y productos varios, y sirvió dos zumos de frutas en vasos grandes y desiguales. Después volvió al salón espacioso y diáfano: dos sofás blancos, una mesa de cristal, cuadros de mal gusto… Aceptable para las visitas y un mundo ajeno al resto de la vivienda.
–¿Cómo lo haces? –quiso saber Laia Olson sentada en el sofá.
–¿No cobrarte el zumo? No sé… creo que es pura diversión –le ofreció el vaso mientras se sentaba frente a ella.
–Siempre he pensado que tienes un extraño sentido del humor, ¿sabes?
–Bueno… lo prefiero cuando la gente se ríe.
–¿Es alguna clase de humor negro? –indagó Laia.
–Absurdo, sólo que hay muertos de por medio.
–¿Conservas a los clientes?
–Normalmente no hablo tanto con ellos –aseveró Amina–. De hecho debería callarme o voy a tener que empezar a hacerte descuentos indecentes. Lo siento, yo no conocía a Scott, aparte de la vez que me lo presentaste hace un par de años.
–¿Crees que me he equivocado al contratarte a ti o algo así?
–Bueno, yo soy muy buena haciendo mi trabajo, pero… mira, no te voy a mentir, necesitaba el dinero por lo que te dije: estoy a punto de mudarme. He sido demasiado avariciosa, tampoco tenía que haber aceptado. Últimamente he estado muy… descuidada. Menuda amiga, ¿eh?
El ambiente se relajó varias magnitudes.
–Pero yo lo que quería saber –siguió Laia– era… ¿cómo haces eso de los interrogatorios?
–Ahora que lo dices parece un gran misterio, no sé tener la boca cerrada –esta vez Laia esbozó una sonrisa, tenía trazos de una amargura avergonzada.
–Me refiero a… –Laia dudó unos instantes– escudriñar mentes, aunque tú ya sabías a qué me refería, supongo.
–“Escudriñar” –repitió Amina tanteando la palabra con los dientes, como si comprobase el peso de un objeto–, casi parece algo travieso e inocente –comentó con un ligero desconcierto–. Es como bucear por la actividad mental –explicó–. A través de un interrogatorio además puedo hacer que el cerebro se centre en una información determinada, aunque de fondo siempre hay un montón de información adicional relacionada, a veces interesante. Indagar verbalmente me ahorra mucho tiempo y me da pensamientos en forma de frases más o menos coherentes, un lujo.
–¿Y cómo distingues entre lo que es verdad y lo que es mentira? –preguntó Laia.
–Bueno, cuando mi mentirómetro marca un cinco punto cinco… Pues mira, entre recordar e imaginar hay una diferencia semántica importante aunque se activen las mismas áreas del cerebro. Y no sólo en cuanto al proceso en general sino también con respecto a aspectos más concretos, por ejemplo: los sentimientos desplegados pueden ser los mismos pero el enfoque desde el que… invaden la realidad es muy distinto. La práctica como tal del engaño es parecida, aunque la mentira pueda estar muy arraigada como proceso o como información concreta. Además en la mente se mezclan y entrelazan intenciones, deseos, sentimientos, pensamientos… para mí todo eso es la misma información: percibo pulsaciones llenas de significado. Al principio creí que era un caos, luego aprendí y vi que había un orden, ahora en cambio… no me atrevería a usar esas palabras para definirlo.
–Esto… ¿te has inventado algo de lo que me acabas de decir? –inquirió Laia arqueando una ceja.
–Sí –afirmó rotundamente Amina y luego se rió–. No, es broma. Oye, tú quieres asegurarte de mi eficiencia… yo diría que mi reputación me avala. Pero mucho me temo que por primera vez en veintiséis casos, no tengo nada. Normalmente no me cuesta cerrar un contrato satisfactoriamente, pero estoy tan perdida como la policía. A Scott lo mataron con un cordón de zapatilla a las tantas de la madrugada, no hay huellas, no le agredieron sexualmente… no hay rastro de ADN en absoluto. Parece un insulto de lo sencillo que es y no hay pistas. Es enervante. Tampoco tenemos un registro de los asistentes al concierto… La obsesión malsana como móvil sigue siendo lo más probable una vez te descartaron a ti. Eras la última persona que le vio con vida y ya sabes cómo funciona esto. Pero tocasteis en un tugurio oscuro. Quizás si os hubiese dado tiempo a comenzar con la gira nacional… tal vez habría algo grabado con cierta calidad o registros de compraventa de entradas y aún así no sería garantía de nada. Pero encontrar a la gente a partir de videos borrosos en la red, y más en un concierto crash, es bastante difícil.
–Entonces, ¿no hay solución? –el tono general de la cara de Laia cambió repentinamente y su expresión se tornó angustiada, Amina anticipaba un arranque de ira.
–Déjame sólo un día más, intentaré pensar algo –solicitó.
–¡Joder…! –exclamó Laia levantándose furiosa, airada quizás para disimular la consternación y la impotencia que la embargaban, dando un portazo al salir que resonó a exasperación.
Amina estaba cada vez más convencida de que Laia llevaba el asunto con una fortaleza excepcional y, conociéndola, sabía que poco tenía que ver con el hecho de que fuesen amigas. Había visto a gente que perdía completamente los papeles por incidentes más triviales que el asesinato de un buen amigo, como sucesos que tenían que ver con escarceos amorosos o estafas alrededor de herencias y testamentos, más habituales en su profesión. No es que no tuvieran aquéllos motivos para el enfado pero lo cierto era que la muerte era lo único definitivo en la vida. Aparte de la propia vida, claro.
De una u otra manera, y pese a su connatural optimismo, ella misma se sentía frustrada: llevaba algo más de un mes trabajando en el caso y a medida que corroboraba punto por punto los informes de las autoridades competentes e interrogaba a todos los vecinos de las manzanas circundantes al lugar en que fuera hallado el cadáver, se iba cerciorando desalentada de lo infructuoso de sus pesquisas. Se encontraba ante un callejón sin salida.
Fue a su despacho y le echó un vistazo desganado al ordenador, pensando en la montaña de documentos reducidos ahora a un inservible justificante de sus honorarios.
Paseó por entre la maraña de datos del ordenador y de repente dio con algo que había escrito –si no recordaba mal– cuando contaba alrededor de quince años:
–No es eso, los pensamientos no suelen estar muy ordenados… es como bucear entre libros y libros… –hablo rápidamente como siempre o eso creo, algunos imbéciles dicen que gesticulo mucho y tal, yo qué sé… mis trenzas azabaches se balancean sobre mis hombros de ébano haciéndome cosquillas, parecen rastas super molonas, eso es así– Si una persona está haciendo algo en particular piensa en ello y entonces le leo y punto pero… no sé, uno tiene que estar recordando algo muy concreto y eso para que yo pueda conocer ese recuerdo y tal… Joder, y hablo como el culo, ¿sabes? O sea... hablo como el culo, tío, y… y es raro, ¿por qué la gente con superpoderes encaja tan bien entre ellos y su poder? Es decir, su superpoder…
Lo peor de todo es que el texto seguía relatando sus experiencias desde ese mismo punto de vista tan maduro y aséptico. La verdad es que le hizo gracia, por otro lado agradeció no haberse metido a escritora, ella estaba hecha para otros menesteres. Al menos aquello le sirvió para relajarse. Volvió a los documentos importantes y leyó un par de líneas sueltas.
“No hay signos de forcejeo tras la autopsia del cadáver de tal modo que se barajan dos posibilidades principales: o bien el homicidio se llevó a cabo entre más de dos personas o por una sola muy corpulenta”, decían los informes. Sólo palabras. No podían cotejar el ADN porque no había…
De repente se acordó del resto del texto que había escrito de pequeña, hablaba con dos amigos suyos, los únicos raros –así se les había apodado– que conocía personalmente: Javi y la sempiterna Coralie, con poderes que por otra parte nada tenían que ver con el suyo.
Quizás había una posibilidad: existía un muy controvertido Registro Oficial de Dotados, incluso de aquéllos que cruzaban las fronteras como turistas. Y las multas que se le podían imponer a un raro no registrado eran cuando menos significativas, llegando en ocasiones y según escenarios previstos a ser penado con la prisión. Constituía la versión tal vez menos invasiva –en grado, que no cualitativamente– de las cámaras de vigilancia a ese lado del Atlántico y no acababa de cuajar entre la opinión pública que, pese a no saber qué pensar acerca de ese extraño colectivo y de sus deberes, tenía una vaga idea de los derechos que les correspondían: los que tenía todo el mundo. Parecía que el ROD –un registro cuya existencia era de público conocimiento y cuyo contenido no era accesible– tenía los días contados. A nadie se le escapaba que era el fruto de una acción legislativa motivada por la desconfianza y algo así, al menos en aquella parte del mundo, era insostenible.
Sin embargo si un raro tenía telequinesis, ¿qué le impedía aplastar la nuez de Scott Williams con un cordón de zapatilla? Pero aunque así fuera, ¿tendría pruebas físicas con las que sustentar sus hallazgos? Y eso era por repasar el poder más obvio en relación con el caso.
¿Cuántos raros debía de haber en todo el país? Por lo que Amina podía saber no pasarían de doscientos. Y aunque había algunos como ella, la gran mayoría había salido a la luz durante el último año, o eso era lo que se correspondía con la información ofrecida por los medios, los mismos que habían hecho pública la existencia del ROD como un escándalo contra la igualdad social. El debate estaba recién abierto y parecía que iba a empezar a sangrar. No quería pensar en eso aunque… a saber qué aptitudes poseían… Y aun así no tenía nada mejor en aquellos momentos aparte de su imaginación. Era posible aunque poco probable, no obstante y como dijo aquél: “una vez descartado lo imposible…”.
Bueno, aún así no tenía por qué haber sido un raro, sólo tenía que asegurarse de haber cubierto todas las posibilidades, nada más, en eso consistía su trabajo. Aunque había que reconocer que resultaba difícil de creer –por más optimista que fuera uno atendiendo a su reducido número– que ninguno de ellos le hubiera dado un uso deshonesto a sus capacidades. Seguro que como poco se habían dado casos de delitos menores, quizás había alguna investigación abierta por ahí... Además siempre cabía la opción de que alguien faltara en ese registro. Casi prefería no recabar pista alguna y no ser la responsable de una potencial cruzada contra los suyos… ¿Contra los suyos? Contra los raros.
No obstante su carrera como detective privado era producto de una amalgama muy equilibrada entre vocación, habilidad y afán de justicia. Sentía que por más que sus sospechas en torno a aquel caso se moviesen aún en los terrenos de lo potencial y lo imaginario, era su deber investigarlo. Cogió el auricular del teléfono y marcó un número.
–Phil, ¿sigues trabajando? –dijo tras esperar unos segundos–. Necesito que me hagas un favor… –enmudeció expectante por unos instantes–. No, tío, que me busques un par de cosas en la base de datos del cuerpo si puedes –aguardó de nuevo unos segundos–. No, tranquilo, no te meterás en un lío… bueno, igual sí, pero sólo si nos pillan. Mira, te comento…
Impassepor Jorge Roussel Perla se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://parafernaliablablabla.blogspot.com.es/.
Me ha gustado mucho Jorge. Dibujas muy bien a tus personajes y los diálogos son muy naturales. Yo soy una completa ignorante en todo cuanto se refiere a literatura de género policíaco, pero me ha resultado muy ameno. ¡Sigue incordiando aunque sea cada quince días! Besos :)
ResponderEliminarEntonces, ¡prueba superada! Yo tampoco sé nada de novelas ni relatos de ese género, pero bueno, pasito a pasito porque... ¡esta noche Pinky, vamos a dominar el mundo! Y que nos echen de los bares a patadas, leeremos y hablaremos tirados por las aceras.
ResponderEliminar¡Un abrazo! ^_^
Y lo mismo te digo: si no comentas, no es lo mismo, la verdad, que se te echa de menos.
Hola Jorge, llegué hasta aquí por tus comentarios en el blog de Morgana.
ResponderEliminarAnte todo me alegró encontrarme con un narrador, también escribo historias.
Me pareció muy interesante el planteo ético de Amina en este texto que es una mezcla de géneros entre lo policial y la ciencia ficción.
Me gustó el final en suspenso, sin la necesidad que tienen muchos escritores de tener que descubrir al asesino.
Y como dijo Klara, muy bien diseñada a la protagonista y al ambiente, con los trazos indispensables.
Muchos saludos desde Buenos Aires.
Muchas gracias por tus palabras, Mirella, me alegro mucho de que lo encuentres interesante, por supuesto me pasaré por tu blog si no hoy, mañana. Con respecto a el aspecto ético del texto casi no sé qué decirte, porque es muy raro que en mis textos no haya al menos un detalle filosófico o ético, te confieso que en mi vida la ética es muy importante por muchísimos motivos y cuando escribo no puedo evitar hacerlo a este respecto, al fin y al cabo es uno de los temas que más me interesan, aunque considero mi ética... holística, por decirlo de alguna manera. Espero que te den ganas de investigar alguna de las entradas antiguas, porque hay bastante por ahí.
EliminarY, ahora que lo pienso, el ambiente en que se mueve la detective es muy como de ciencia-ficción de los ochenta.
Una vez más: me alegro mucho de que hayas decidido pasarte por aquí, de que te haya gustado este relato y te doy la bienvenida al blog.
Espero que lo que leas te vaya gustando aunque yo no tenga las tablas de Morgana, que lo que hace es un pasote.
¡Un abrazo! ^_^
Bueno, también me gustó, Dark. La forma de salir del callejón sin salida que tiene Amina, hasta me sorprendió, aunque no me extrañaría nada que realmente existiera un Registro Oficial de Dotados o Superdotados o Mutantes, con la base de datos bien gorda a costa del Facebook (ríome).
ResponderEliminarEsa expectativa, de por sí, no sólo es ingeniosa, sino que abre una puerta de esperanza para la continuación de la historia, que veo como un posible guión de cine y no ochentero, sino muy actual con visos futuribles.
No tengo tiempo para darte detalles, salgo en unas horas de viaje, pero creo que deberías revisar la puntuación en general del texto porque es lo que he sentido más deficiente.
Por lo demás, ya te digo, mola.
Beso a las chicas y achuchón al chico.
Namasté.
Acabo de revisar la puntuación del texto y la verdad es que debo de estar un poco espeso, Morg, porque apenas he tocado nada, seguramente tenga que echarle otro vistazo (pero acepto toques de atención concretos, claro).
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado y mucho más que te haya sorprendido, la verdad es que se me ocurrió de repente y ha dado buenos resultados, además Amina se une a mi colección de personajes inadaptados por ser una soñadora llena de valores.
Y sí, registros y redes anti-sociales... ya apenas uso el Facebook más que como plataforma.
La verdad es que Amina probablemente se vea a la fuerza enfrentada contra unas leyes controvertidas, contra una situación poco clara, contra prejuicios... es un tema interesante y peliagudo, pero se la ve con fuerza. Mola que te mole, como dice Klara en su blog, comentarios así llenan a uno de felicidad.
¡Un abrazote, Morg! ^_^
Por cierto, ¡pásalo bien en tu viaje! ^_^
Eliminar