Nubes ardiendo:
Un viento roto y sesgado navegaba por encima del espejo sin fin. El cristal azogado sin embargo sólo podía reflejar el cielo. El resto de colores estaban demasiado lejos, apresados en tiempo remotos.
Los hombres antiguos vieron la luz más tarde, cabalgaban nubes de fuego, pero eran, como nosotros, orgullosos. Y era tal su orgullo que el Miedo, hijo bastardo de las Mentiras se disfrazó de Deseo e hizo con los hombres un pacto eterno…
Un consejo de sabios decidía sobre una colina y bajo la enorme columnata ondulada que habían erigido otros más sabios que ellos en aquel mismo lugar, hacía eras incontables de tiempo. Otros más sabios que ellos, otros que sabían que los hombres caminaban libres entre la tierra y los cielos.
–¡El Miedo nos da un gran poder a cambio de su potencia y plena existencia! –dijo uno, pragmático, golpeando una mesa hecha de una piedra que habría de desaparecer entre las grietas susurrantes del tiempo.
–¿Cómo hacer diferencia de grado de la existencia? –preguntó otro, más dado a cuestiones filosóficas.
–¿Acaso hemos de permitirle anidar en nuestro interior? –inquirió uno preocupado, desconocedor de lo que no se estaba allí debatiendo.
–Nos ha ofrecido adelantarnos al tiempo, la Vigilancia, la Estrategia –declaraba otra sabia que empezaba a vislumbrar lo que suponía pertenecer a la raza de los hombres.
–Nos dará Control y Poder –sugirió entre otras una voz, pensando ya en los demás hombres con temor.
–Podría darnos inspiración para el arte y la consecución de la Belleza –apuntó alguien al fondo, rizando y entrelazando argumentos.
–Yo tengo curiosidad por saber cómo afectaría el Miedo al corazón humano –aportó uno, bastante intrépido, casi científico–, al fin y al cabo, somos fuertes, ¿por qué asumimos que nos dominará, como si fuésemos alguna suerte de criatura sin Consciencia ni Pensamiento? ¿Por qué asumimos que no podemos simplemente relegarlo a un espacio útil, someterlo?
–¿Creéis que el Miedo va a cumplir su palabra? –interrogó una aquí.
–¿Qué ente osaría decir algo y no hacerlo después? –quiso saber otro allí.
–¡Eso es ridículo! –se alzaron unos cuantos.
–¡Es un despropósito! –se levantaron otros tantos.
–¡Una impostura!
–¡Eso es imposible!
–¡Eso es improbable! –adujeron otros algo más cautos.
–Estos hombres –dijo uno más sosegado, calmando al resto, poniéndose de pie y comenzando a caminar alrededor de la inmensa mesa–, estos hombres llamados sabios aún no han querido saber cómo hemos nosotros de propiciar el advenimiento del Miedo, aún no han deseado conocer, imaginar siquiera, en qué consiste nuestra parte del pacto. Yo lo quiero. Aquí hay demasiadas voces, y no creo que todas lleven la sabiduría escrita en sus palabras.
–Cuando una voz se alza sobre las demás, los hombres sabios nos tornamos amos y esclavos –se compadeció una para sí percibiendo con demasiada claridad lo que bajo esas arcadas de piedra estaba pasando, lo que hacía mucho que ya había pasado.
–¿El afán de conocimiento nos tornará en enemigos? –curioseó uno que trataba de divertirse en vano ante la amargura, como si su sonrisa fuera el último rayo de luz del eclipse que sumiría el mundo en tinieblas.
–Tal vez no os hayáis aún dado cuenta de que el Miedo sólo puede caminar de la mano del Odio –se lamentaba uno que había abandonado la mesa–. Tal vez no os hayáis aún percatado de que la decisión ya ha sido tomada, de que el pacto ya ha sido sellado, de que tenemos Miedo. Y se va a regalar con la vida humana en pago, una sola si tenemos suerte, hoy. Habrán de llegar muchas más. Y no moriremos bajo su yugo como desaparece el sol tras el horizonte, sino que discurrirá la muerte por el río de la vida, de principio a fin. El miedo nos hará tristes. El Miedo es un pobre disfraz hecho de harapos, el Sufrimiento es quien se burla de nosotros, porque ya ha vencido. Ya no somos los seres humanos, ahora sólo somos ignorantes incapaces de reparar siquiera en que hemos perdido el poderío que aún decimos tener. Los hombres que había antes de nosotros nunca hubieran sido capaces de darse un nombre a sí mismos…
–Cabalgaremos las nubes de fuego hoy –dijo el pragmático con determinación.
–Necesitamos una mano ejecutora para dar por cumplida nuestra parte del trato –señaló la voz que había hablado de Poder y Control.
–El Miedo sólo nos ha pedido la ruptura del espejo.
–No tenemos piedras aquí –esta vez hablaba quien antes lo hiciera sobre la Vigilancia–, pero sí tenemos un presagio que cumplir, un mensaje que dar.
Se cuenta que alguien dijo algo y que unos brazos aferraron los de aquél que hubo abandonado la mesa. Se cuenta que el espejo entero se hizo añicos bajo el peso de su cuerpo lanzado al vacío. Se dice que entonces el Miedo ganó mucho más de lo que habían estimado los hombres y que éstos, desde aquel día, dejaron de ser antiguos más allá del tiempo.
Relata la lluvia que las nubes dejaron de arder, que las piedras perdieron su poder, que nunca jamás se pudo saber nada de un mar azogado y que los hombres empezaron a murmurar que una vez había habido un espejo infinito como si fuera la hoja de un árbol.
No obstante hoy también tenemos sabios, sabios que conocen lo que cuentan los amaneceres y los atardeceres. Sabios que saben que nunca hubo un espejo, que nunca hubo nada de eso que los hombres dicen ver.
Extracto de “La cosmogonía de Saram”.
Nubes ardiendo por Jorge Roussel Perla se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://parafernaliablablabla.blogspot.com.es/.
¡Pues parecía que sí había existido!...Tu historia podría haber ocurrido perfectamente en aquella época en la que todavía el hombre no estaba hecho, y digo esto, porque pienso que si hay algún material del que el hombre destaque por estar hecho, ese es sin duda alguna el miedo, los miedos....Me gusta tu relato porque considero que nuestros miedos son importantes para trabajarlos y no dejarlos de lado, y además me has contado una historia que podría haber ocurrido, entretenida y casi con un encantador aire antiguo que me ha hecho sonreir al tratar de imaginar la escena.
ResponderEliminarUn beso Jorge! :)
Hola, Sofya, muchas gracias por tu comentario. La verdad es que quería imitar ese tono legendario que aparece en la cosmogonía platónica de El banquete (bueno, era un rollo más bien antropogónico, llamemos a la RAE para acuñar el término). Es un tipo de relato afín en general a la mitología y, en el caso de Platón, una metáfora currada para expresar su filosofía. El miedo es un tema interesante, aunque cada vez más voy desarrollando -si es que puede expresarse así- la sensación de que el miedo sólo es otra cosa más que vivir -no es particularmente agradable, para qué vamos a engañarnos-, pero no es distinto que cualquier otro sentimiento, simplemente nos llena. Es curioso cuando uno lo contempla, al menos a mí me gusta contemplar mis emociones, tomar nota y luego tratar de describirlas con relatos, aunque en este caso se trata más que de la expresión del miedo -hay otros relatos dedicados a esa clase de cosas-, de la presentación de una perspectiva filosófica.
EliminarHey, me mola que te hiciese sonreír. Muchas gracias.
¡Un abrazote! ^_^
La verdad es que he leído el banquete y cuando he leído tu texto me ha venido a la mente, así de una manera rápida y fugaz, si....Ja ja ja ja ...
EliminarAbrazos!!
La verdad es que no creo que sea un relatazo, pero lo que quería conseguir, está conseguido entonces. Muchas gracias.
Eliminar¡Un abrazote! ^_^
¡Hola!
ResponderEliminarEl relato que has extraído, me ha parecido precioso...
El miedo se puede dominar, pero se ha de querer :)
Un saludo
¡Hola! ¡Te doy la bienvenida a este blog!
EliminarAgradezco tu comentario y espero que encuentres más relatos que te gusten. La verdad es que yo creo que el control es sólo una parte del círculo vicioso que crea el miedo: tenemos que controlar para no tener miedo, sin embargo ése es uno de los principios del miedo, que hay algo que no dominamos y que puede hacernos algún daño. ¿No es interesante? Como le decía a Sofya, yo me las apaño bastante bien dejándolo libre, a fin de cuentas ninguna sensación tiende a quedarse más tiempo del que necesita para irse.
Ahora bien, el miedo -por redundante que pueda sonar- da miedo, evidentemente.
Es un placer poder leer tu punto de vista, espero que alguno de mis relatos te haga volver a comentar, aunque con éste ya te estoy muy agradecido, por supuesto.
¡Un abrazo! ^_^
Qué tema, Jorge: el miedo. No soy filósofa y no leí a Platón, sólo me observo y observo a los demás. El miedo está en la base de la vida misma, porque desde que el hombre nace debe enfrentar el hecho de la muerte, del paso del tiempo. Es una de las emociones más primarias y trae de la mano al sufrimiento. A su lado camina la pérdida, que es como el chispero que lo enciende: miedo a perder el amor, a los seres queridos, miedo a perder la juventud, la salud, las cosas materiales; y el miedo se fragmenta y ocupa todas las áreas de la vida.
ResponderEliminarTambién pienso que controlar el miedo no es la solución, sabe como filtrarse o trabaja subterráneamente, que es peor.
Krishnamurti dice: "Enterrada en el inconsciente, en los rincones más recónditos de la mente, hay una sensación de completa soledad, de aislamiento, la cual es la causa fundamental del miedo. Si se huye de ella, diciendo que es demasiado aterradora, si no se la examina sin darle un nombre, nunca se la podrá trascender..."
Él creía que el miedo mismo es el hecho, no su abstracción y que si podemos alejarnos de la abstracción, podremos afrontar el hecho.
Los filósofos dan respuestas... pero el miedo sigue ahí... jajaja...
Me encantó tu texto, Jorge, siempre nos dejás material muy interesante para elaborar.
Un gran abrazo.
Muchas gracias, Mirella. El señor Krishnamurti es un tipo muy atento y es normal que no se le escape algo tan sutil -sinceramente, no sé si yo comprendo eso que dice-. Pero sí, el miedo está siempre presente y creo que consiste en control: controlar para no perder en un círculo vicioso que, por supuesto, da miedo -supongo que el miedo más básico es la propia desaparición-. El miedo te atenaza los músculos, se aferra al estómago y atrapa la mente en un juego del que, aparentemente, no se puede salir. Pero es sólo su propio movimiento y, como cualquier otra sensación, simplemente vaga por la consciencia. Y se va si le dejamos seguir su camino. A veces es útil, a veces inútil, aunque en general no vale para absolutamente nada. Aún así está ahí y conviene contemplarlo de vez en cuando para comprenderlo, para entender el mecanismo y por qué parece que funciona tan bien. A mí me gusta hacer estas cosas porque me sirve para escribir y ya de paso aprendo. El miedo da miedo, la felicidad es feliz y el aburrimiento es aburrido. Es normal. Pero es muy interesante. Le ponemos más palabras, ahondamos en los sentimientos y los investigamos, pero el miedo da miedo, la felicidad es feliz y el aburrimiento es aburrido (es una descripción esencial, incluso cutre en términos literarios y pedantérrimos, pero certera). Aunque sólo son sensaciones, es decir, nada más y nada menos.
EliminarMe alegro que logre hacer interesante para vosotros temas que podrían resultar un coñazo infumable. Muchas gracias.
¡Un abrazo! ^_^
Otra vez el Miedo se deja caer entre tus letras. Está muy presente últimamente. Como siempre, como en nuestros días.
ResponderEliminarMuy original la manera que tienes de abarcar ese ¿sentimiento? tan oscuro.
El Miedo, qué inteligencia esconde en ese pacto. Pero ¿cómo puede ofrecer poder si es el fiel enemigo de la lucha, del combate?
No estoy de acuerdo con la afirmación de uno de los personajes. ¿El Miedo sólo puede caminar de la mano del Odio? No todo el odio necesariamente tiene una naturaleza tan desgarradora.
Pensándolo con frialdad, no sé qué escogería yo. Si darle rienda suelta en mi vida a cambio de sus acechos o una vida en calma, con el único poder que proviniese de mi interior. No sé... de todas formas creo que una vida sin miedo sería utópico, o tal vez, una catástrofe. La sociedad se volvería más egoísta (de lo que ya es, vaya), sin miedo a las represalias o castigos por sus actos. Sería un caos.
Sí, creo que el miedo es necesario. El problema es saber controlarlo. Dejarlo respirar sin que nos carcoma cada pensamiento. Un equilibrio.
El miedo no nos hará tristes. Tan sólo a veces, si nos invade. El miedo a que algo le ocurra a alguien querido, por ejemplo, no lo considero triste. Es un poco como un símbolo de amor.
O "El Miedo es un pobre disfraz hecho de harapos, el Sufrimiento es quien se burla de nosotros, porque ya ha vencido". Touché.
¿Para cuándo otro extracto?
Me despido, dejando dormir una siesta a mi miedo para salir a disfrutar de estos rayos mañaneros.
:)
Miss Carrousel
Muchas gracias por tu comentario, miss Carrousel. Creo que el miedo es puro control, por eso no tengo miedo de perder a mis seres queridos, no ahora. Las cosas escapan a mi control, no pasa nada. El mundo sin miedo seguramente sería una especie de utopía, pero no me refiero sólo a ese miedo que teme la represalia y a la vez me refiero a él. Ese miedo que nos habla de control, que nos promete que, si le escuchamos, habrá control, habrá un poder que nos permitirá que algo no cambie -es el mismo miedo que nos dice "fíjate, podrías perder eso"-. Ese miedo lleva al odio no sólo porque lo diga Yoda, sino porque a uno le va cercando y cada vez tiene que alejarse más y más de las cosas que son fuente de su miedo. Por supuesto se puede tener miedo sin llegar a eso, pero no es tan habitual.
EliminarNo sé si la gente sería más egoísta sin miedo, aunque creo que el miedo es, tal vez, la fuente del egoísmo. Tal vez imaginas una sociedad desquiciada, con crímenes, disturbios y saqueos... pero eso a mí no me parece una sociedad sin miedo -todo lo contrario-. Ni siquiera me parece una sociedad sin reglas. Me parece, eso sí, otro modelo social, una respuesta más dentro del abanico de posibilidades -y una forma inteligente de caer en la trampa del miedo-.
Lo siento, la verdad es que no creo que escriba otro extracto, al menos ya he escrito esta idea -también te digo que nunca se sabe-. Pero estoy convencido de que si en el amor hay miedo, ese amor padece una enfermedad que conviene tratar. En cambio si el amor es libertad para que el otro sea él mismo, ¿quién puede tener miedo? Yo no obligo a nadie nada, así que no temo nada en particular, la pérdida sería intentar obligar al mundo a mantenerse estático por mí... eso me parece egoísta y muy comprensible, pero creo que no es una postura que me haga feliz ni que me permita aprender. Por supuesto, con esto no quiero decir ni por asomo que no tengo miedo, ni mucho menos -para empezar, escribo sobre el tema-. Pero me llevo bien con mi absurdo.
Los acechos de tu vida son una vida en calma, todo a la vez, no hay separación, así que... no sé muy bien qué decirte. Creo que el problema consiste precisamente en intentar controlarlo, porque el miedo se mueve así, justo así. Controlarlo es miedo. Así que disfruta de la mañana.
¡Un abrazote, miss Carrousel! ^_^