La pastilla:
Recuerdo cuando tomé conciencia de que soy un escritor mediocre, recuerdo cuando me di cuenta de por qué, de qué fallaba en mi prosa, qué hacía que lo que escribía siempre estuviera despojado de la chispa de genialidad de quienes construyen mundos y personajes y dilemas capaces de tocarnos el corazón. Yo no sé dar vida a esos momentos que atraviesan el umbral que existe entre la ficción y la memoria, y que se quedan con nosotros al cerrar el libro, acompañándonos ya para siempre con el aroma de los libros viejos.
Estaba entre estas cuatro paredes de dos por dos.
Recuerdo cuando me di cuenta de que lo peor de perder un amigo por alguna clase de disputa no es la tristeza perforando el pecho ni el llanto contenido, sino el inmenso vacío que queda cuando al fin llegamos a la conclusión de que, quien se ha marchado o a quien hemos dejado, nunca va a volver. Que las bromas, los momentos juntos, los desafíos que hemos pasado junto a esa persona ya no son una experiencia activamente compartida, reconstruyéndose con cada nueva experiencia, sino relatos que el tiempo convertirá en hojarasca.
Estaba entre estas cuatro paredes de dos por dos.
Recuerdo el rechazo de las mujeres, hiriente, dándole forma a los personajes que he creado, siempre deseables, pero siempre un poco detestables, albergando expectativas que parecen sacadas de cualquier novela romántica de baratillo que algún perdedor convertirá en película. Afortunadamente, un hombre como yo puede ver con rapidez que esas mujeres, en realidad, no merecen la pena, y que estoy mejor sin cada una de ellas.
Estaba y estoy entre estas cuatro paredes de dos por dos.
Escribo aquí, en este cubículo que parece cerrarse sobre mí.
Recibo una llamada, es mi amigo C.
—¿Qué tal andas? —pregunta.
—Pensando en las tías, que son muy malas, bro.
—Ya ves, son un poco zorras, pero, ¿qué quieres que te diga? Están buenas.
—Están buenas las tías —asiento—, ¿tú qué tal?
—Nada, te iba a preguntar si te apuntabas a ver el partido.
—Claro, tío, allí estaré.
Siempre es agradable tener amigos con los que poder contar.
Miro a mi alrededor.
Hay una pared.
Hay otra pared.
Y otra pared.
Y otra.
Debería haber una puerta por aquí.
¿Dónde está?
A veces siento que me ahogo aquí dentro.
A veces siento que, por más que haga, me ahogo aquí dentro.
Me tomo la pastilla, por si acaso.
—¡Mamá! —lanzo un grito—. ¿Has visto la puerta por aquí?
La pastilla © 2024 by Marta Roussel Perla is licensed under CC BY-NC-ND 4.0
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