De viaje:
Ella no era una de esas personas que durmiera siempre mirando a un mismo lado, aunque no se podía decir que no tuviese sus manías: desde luego nunca dormía mirando hacia arriba y siempre repetía –acaso inconscientemente– el mismo ritual: Durante el tiempo que transcurría entre el calor inicial de las sábanas sobre su piel y la profundidad del sueño bajo los ojos, y en algún momento indeterminado e independientemente de cuál hubiera sido su posición original, se sentía a disgusto y se giraba hacia el otro lado. Después, tras un intervalo de tiempo también impreciso, terminaba volviéndose de nuevo. Por último apagaba su mente con cuidado y su respiración iba adquiriendo una cadencia lenta, descansando sobre su pecho.
Y aunque no pudiera estar muy segura, le gustaba pensar que eso hacía que sus días transcurrieran con placidez.
Aunque últimamente estaba de viaje, y eso le provocaba un sentimiento desconcertante, como si sólo fuera la mochila que llevaba a la espalda o, por coincidir más con sus propios pensamientos, como si fuera las hojas que el viento agitaba tras su sombra. No era nada desagradable, ni mucho menos, sólo era una sensación que, hasta el momento, nunca había experimentado. Así que saboreaba sus matices con la fuerza de un nuevo día.
Y aunque no es que tuviera mucha importancia, se estaba atando los cordones de las zapatillas la mañana en que le dio por pensar acerca de otras sensaciones que también estaba viviendo:
En este viaje había conocido a un chico, uno que le resultaba interesante. Él se dedicaba a la clase de cosas que ella había estudiado tan sólo tangencialmente en su época de universitaria, esa clase de cosas que siempre había despertado su interés y que sin embargo se habían estrellado una y otra vez contra su extrema vagancia, siguiendo un curso bastante natural. En cualquier caso, ¿han visto esos programas de noticias con la opción de “¿quiere saber más?” disponible para acceder a más información que aparecía en la película Starship Troopers? Seguramente no, porque era una película muy mala –aunque crítica y divertida–. No importa, pero ella se sentía llena por la posibilidad de saber más. Eso bastaba. Después se puso a pensar que todo aquello de la televisión a la carta era una opción más que plausible para un futuro cercano. Luego regresó a su primer pensamiento: él. O más bien el interés que le despertaba.
Estaba de viaje. Y eso bastaba.
Es decir, el interés. Bastaba.
Estaba de viaje y tendía a acercarse a la gente, quizás con más ímpetu del habitual o, mejor dicho, con más ímpetu que en su país natal. Y le extrañaba lo tajante que era su chico interesante con ella y lo tajante que su chico interesante era con el resto de la gente en general: había que concederle que no resultaba fácil de tratar. Ella, por otra parte, había hecho varios amigos y uno de ellos, llamado Marten, le hablaba al respecto de este chico tan interesante en los siguientes términos:
–Quizás…
Tal vez deberíamos ahorrarnos la conversación. Sólo es preciso recordar que se barajaron diversas opiniones: barreras culturales, diferentes formas de procesamientos empáticos, dejadez… Pero Marten tenía razón:
–Esa clase de personas han decidido tener una clase de relación con los demás que no deseo que compartan conmigo.
Y ella asentía. Porque no veía personas, sino relaciones, y ésa no la entendía nada bien.
“Al menos”, se dijo a sí misma despreocupada, “podré escribir”.
Y recordó que le encantaba escribir en primera persona así que imagínense el texto retorciéndose contra su propia estructura porque empiezo con ello. Como iba diciendo podía escribir, y estaba pensando en escribir una historia como debe ser, pero sólo tenía dos finales. Y dos finales posibles, evidentemente, no hacen una historia, ya me gustaría. Eran además dos finales no felices desde un punto de vista comercial, supongo, pero que a mí me resultaban felicísimos y muy apropiados. Sí que acababan –superficialmente– mal, pero a través de ellos podrán ustedes hacerse una pequeña idea de qué estaba ocurriendo en esa relación que apenas había nacido, y por qué no era ni mucho menos malo que acabara más o menos en ese punto, como un chispazo, como suele decirse, o tal vez ni eso. Claro que podía errar en mis percepciones pero es un riesgo el de la subjetividad con el cual corremos o bien uno renuncia a su humanidad.
Les estoy tomando el pelo: la subjetividad no es ningún riesgo, claro. Es sólo una palabra. Y perdónenme, que ustedes querrán los finales, quizás para hacerse cargo del principio y puede que para compartir parte de mi viaje.
Antes de nada me gustaría recordarles que estos posibles finales para mi historia no eran la realidad, sino tan sólo un espejo a través del cual contemplar ciertos aspectos de la misma que, por permanecer impensados si no quedaban grabados en la prosa, a mí –que soy escritora y no muy despierta, más bien soñadora– posiblemente me hubieran pasado desapercibidos:
Final número uno, algo que un personaje trasunto de mí misma le hubiese dicho al tipo interesante:
–En mis relaciones yo no tengo que perseguir a nadie. No creo en las victorias ni nada remotamente relacionado con ellas. Si te sientes libre de hacer lo que quieres y quieres compartir tu tiempo conmigo, entonces yo aceptaré. Pero no voy a entrar en una mente si tengo un muro delante por lo demás inexpresivo. Necesito una puerta, joder, una puerta bien grande, tan grande que no haya nada más que una puerta. Tan grande que ni siquiera haya una puta puerta ahí delante. Las cosas son muy fáciles y perseguir a alguien es difícil y crea poder. Y yo no quiero el poder para nada, la verdad. Y menos en mis relaciones, vamos. Así que adiós.
No crean ustedes que yo tenía necesidad alguna de decirle nada de esto al pobre chico que, evidentemente, me hubiese mandado a la mierda ante una locura semejante. Se trata más bien de mi postura expuesta, no extensible a nadie más aparte de mí misma, así que, aunque sea filosóficamente, este final hace aguas. Y siento que todo esto sea un relato que, por parcial, pueda resultar insatisfactorio, pero el espacio me limita bastante… En cualquier caso, ahí va el final número dos, quizás más activo por una parte y, por la otra, más esclarecedor acerca de cómo le veía yo:
–No es que te quiera –no le conocía, ¿cómo iba a poder quererle?, aunque había cierta predisposición hacia él, obviamente, pero en fin, es un relato y puede ser todo lo ficcional que yo desee–, solamente admiro ciertas cosas que haces, igual que hago con el resto de mis amigos o incluso con desconocidos. Espero que no te parezca muy raro que una desconocida…
–Si eso es una declaración es estúpido –sí, así me lo imaginaba, no es que fuera encantador, y alguna cosa parecida le había oído ya decirle a otras personas.
Y justo ahora se me está ocurriendo el esbozo de un tercer final, más completito, a ver qué opinan:
–Quiero salir contigo –esto lo dice él en un tono imperativo y tajante que deja bastante claro que no ha contado con interlocutor alguno, es un poco loco e increíble, pero lo mismo: es un dibujo del carácter más que una creencia asentada en nada serio.
–Quiero salir con alguien que me lo pide, no con alguien que me lo exige. Yo qué sé… tengo que ser sincera conmigo misma y con los demás –el caso es que odio las reglas, me gusta más la sensatez. Además tengo un problema con los moralistas, como digo, sólo puedo darme filosofía a mí misma. Bueno la historia seguiría así:
Curiosamente él ensayó una risa que resonaba con el eco de la bondad.
Espera, no, que eso es el inicio de un bucle…
Yo me callé y me fui. Su bondad duraría unos segundos en mi ingenuidad, y claro que podía embelesarme si yo hubiese querido ignorar sus actos y su voz. Pero es que sus palabras se parecían más a la realidad.
Sé que esto son sólo apuntes, esbozos para una historia, pero, ¿qué principio podría tener? ¿Cuando llegué aquí, cuando conocí al tipo interesante tal vez? ¿Empezó con una botella de vino? ¿Empezó cuando decidí viajar? ¿Empezó con una decepción que me dio alas? ¿Empezó cuando mi madre me enseñó a compartirlo absolutamente todo y a ayudar en las tareas de casa? ¿Empezó cuando nací?
Y con respecto al final… Ni siquiera me importa ya lo que le pase al chico interesante. ¿Debería hacer algo? Es decir, si le veo le despediré porque es lo que hago con todo el mundo cuando sé que voy a dejar de ver a alguien pero… ¿Sería ése el punto y final de esta historia? Si fuera así, yo no lo entendería. Mi historia continúa adelante, por otro camino, sí. Pero continúa.
Sin ir más lejos, ya he aprendido algo hoy, ¿no? ¿Para qué iba yo a arrastrarme por nadie?
Prefería proseguir con mi viaje.
De viaje by Jorge Roussel Perla is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
Based on a work at http://parafernaliablablabla.blogspot.com.es/.
El relato me gustó mucho, con tu sello de los múltiple planteos y preguntas.
ResponderEliminarHasta me sentí identificada en el primer párrafo, en el que describís su forma de dormir. Después arrancás con sus sensaciones y emociones de viajera, donde te vas deslizando cada vez más en una prosa poético filosófica. Hay un relator en tercera persona, que de golpe decide hacerlo en primera. Ella escribe sobre el encuentro con el chico, hay una explicación sobre los finales posibles de esa historia que se insinúa -pero de la que se sabe poco y nada- y arranca la voz de ella en primera persona. También como dirigiéndose al lector, recurso que personalmente no me simpatiza demasiado.
Me interesa preguntarte con qué objetivo hiciste ese cambio, por pura curiosidad, no porque piense que esté mal, sino para entender el sentido que quisiste darle. Y si ya estaba hablando ella ¿por qué los párrafos en cursiva?
Hoy estoy preguntona, pero a veces me gusta saber la "cocina", el armado del texto, las motivaciones del escritor de buscar tal o cual recurso o forma.
Un abrazo bien grandote, Jorge.
Muchas gracias por tu comentario, Mirella. A mí el recurso de apelar al lector tampoco me entusiasma, creo que suele romper con la sensación de realidad al otro lado del relato (aunque a veces queda bien), pero en este relato quería experimentar con varias cosas sólo por el placer de hacerlo y aunque ese recurso en particular lo he utilizado alguna vez. El cambio de tercera a primera persona también lo hice simplemente por probar, porque me apetecía ver cómo podía hacer algo así, al margen de que saliera bien o mal. Me fastidia un poco estar limitado por un estilo o una estructura determinados… Me dio la sensación de que, al ser ella una viajera y al estar cambiando de un lugar a otro, también podía moverse de esta manera dentro del relato (estirar un poco o cambiar los límites del mismo), o tal vez es que es un poco indecisa –y por eso no sabe ni qué final ponerle a su relato, ni se propone tampoco darle cuerpo–. Los párrafos en cursiva son sólo lo que ella se ha planteado escribir y lo que no está en cursiva son sus propios comentarios sobre el texto que tiene en mente. La verdad es que, si bien en la mayoría de mis textos cada figura responde a una necesidad con cierta enjundia, éste lo escribí a lo loco (como el siguiente de Hacer una tortilla): son un par de textos simples con los que quería explorar un par de cosas. Y que haya preguntas en éste… me cuesta pensar de otra manera. En el siguiente creo que no hay preguntas, que es un relato plano y poco más, de todas formas no pensé en ningún momento en seguir por aquí, mi camino al escribir es otro. Siento que para mí esta narración no tenga demasiado interés en el ámbito formal más allá de la mera exploración y que, por lo tanto las respuestas a tus preguntas no sean particularmente estimulantes. Aun así, ya sabes que me encanta que me hagas preguntas, cuantas más mejor y a pesar de no sea el caso con este relato, normalmente las respuestas también crean más preguntas.
Eliminar¡Un abrazote, Mirella! ^_^
Me contestaste, Jorge, entendí bien las explicaciones y tu deseo de experimentar con otros recursos, a veces nos sale bien otras no tanto.
EliminarNo dejes de intentarlo cuando te cuadre, imponérselo no sirve.
Me gustó el conjunto, sólo que soy curiosa y cuando puedo pregunto y con vos hay confianza como para hacerlo.
Abrazote.
:D
Agradezco mucho las preguntas, y si algo sale mal, si algo no encaja, necesito que me lo digas, porque tal vez lo cambie y tal vez no, pero no puedo aprender si no soy capaz de ver mis errores. Y te tengo que dar las gracias, por supuesto y me alegro de la confianza.
Eliminar¡Un abraazote, Mirella! ^_^
Primero, te pido miiiiil perdones por estar desaparecida este mes (no tengo excusa, pero sí trabajo) jiji.
ResponderEliminarY ahora con la publicación. Guau. Me ha encantado. Quizás no tiene una técnica tan perfecta como pueden tenerla otros de tus relatos, pero joder, he sintonizado muchísimo con la protagonista. Llámame loca, pero me he acercado muchísimo a ella y creo que he llegado a comprenderla. A ella, al desconocido y a su entorno. Lo más probable es que me haya montado la película de poder entenderlos, porque sería imposible interpretar los pensamientos de alguien a través de unas pocas líneas, ¿no? No lo sé.
Yo siempre seré de finales. Así que me ha encantado que hayas elegido esa contraposición de finales (que al final no son tan diferentes unos de otros), para centrar la historia. Me quedo con el segundo, pero oye, que lo bonito es poder acabar en los tres finales (aunque sea en distintos momentos). Eso sería apoteósico. Sin embargo, el razonamiento de no persecución que escribes en el primero me ha enamorado. Creo que es porque he imaginado que lo decías tú. Me pega muchísimo contigo. Y no me la líes diciéndome que estoy equivocada. Me quedo con esas puertas que necesitamos encontrar en nuestras oportunidades. Aunque otras veces, también es posible hacer trampa y entrar por alguna ventana.
La vida es un constante viaje y nunca dejamos de toparnos con seres especiales. No deberíamos dejarlos ir nunca. Y quererlos. Mucho.
Es genial, Roussel. Me ha llegado y he conectado a la perfección con los personajes.
Un besito :)
Miss Carrousel
Muchas gracias, miss Carrousel, por pasarte y comentar con lo apretada que vas de tiempo. Lo primero es lo primero –y como le dijera una vez a Humberto Dib– acepto tus palabras pero no tus disculpas, aquí vienes porque quieres, ya lo sabes.
EliminarLa verdad es que de la historia, ya lo dice Mirella, se sabe poco o nada, pero evidentemente algo hay para que podamos hacernos cierta idea, aunque sea, de una atmósfera determinada en ella, imaginación mediante. En cualquier caso me imagino que la protagonista tendrá ciertos rasgos con los que uno pueda sentirse identificado o no.
Tú eres de adjetivos y yo de verbos, tú de finales y yo de principios… cómo no, jajaja. Casi todo lo que escribo es un principio y no dejo de pensar que incluso este final, que por estrecharse contra el tiempo apenas llega a ser, es en realidad un principio, que de alguna manera es sólo una fase y que ahora llega lo siguiente.
Sabes perfectamente que el razonamiento de no persecución lo decía yo (vamos, tú tienes ventaja, tronca, ¿cómo te la voy a liar? Jajajaja). Tú sabes perfectamente lo que opino del poder en las relaciones, la infelicidad que acarrea y sabes, además, perfectamente por qué pienso todo eso.
Y quererlos. Mucho, sí. Además ya sabes que soy exigente… ¿a lo mejor me pierdo a muchas personas especiales por eso? En realidad creo que no, creo que he aguzado muchísimo mis sentidos para detectar la locura en la gente… la mala y la buena también. xD
Me alegro de que te haya llegado a la patata, tronca. Aunque tengo que confesarte que este relato es más autobiográfico de lo que parece… cambio un par de nacionalidades, sexos y nombres y marchando… Era tan descriptivo que… no sé, como le decía a Mirella, no le presté demasiada atención al escribirlo… Estaba aprendiendo, eso era lo que me importaba.
¡Un abrazo, miss Carrousel! ^_^
Lamento estar en desacuerdo contigo respecto a lo de que no te pierdes personas especiales por ser exigente. Yo creo que hay que dar tantas oportunidades como haga falta. Una persona puede pasar totalmente desapercibida a primera vista y no ser capaz de traspasar tus sistemas de filtrado (metafóricamente hablando, claro) y bueno, puede ser una persona mágica que no ha sabido entrar :P
EliminarYa me daba la sensación de que era autobiográfico, pero tampoco quería meter mucho la pata por si acaso.
Un abrazo, señor Verbo.
¡Ah, lo del avatar!
EliminarLa verdad es que nos planteamos mal la creación del blog y creamos una cuenta para hacerlo. Es por eso que las dos utilizamos la cuenta para todo lo relacionado con el blog. Tendríamos que haber optado por poner varios administradores, pero bueno. Ahora ya está :)
Espero que no te estemos causando muchas loqueadas con la misma cuenta jiji
Estoy de acuerdo en que una persona puede quedarse entre mi sistema de filtrado, pero no creo que se le puedan dar infinitas oportunidades a alguien. Ahora mi concepto de la segunda oportunidad se rige no por el número de ella, sino por el cambio que se produce en la otra persona. Hay personas que son valientes y se atreven a cambiar (se requiere valentía), hay personas que deciden no hacerlo. No creo que ninguna de estas posturas tenga nada de malo, pero acarrean consecuencias. Las personas se merecen siempre una segunda oportunidad, siempre, si van a cambiar, de eso no me cabe duda. Pero para que vayan a cambiar en parte (una parte muy especial) debe haber cambiado ya en ellas. Yyyy... me tengo que pasar por tu blog...
Eliminar¡Un abrazo, señora final! ^_^
No me había topado con textos así de retorcidos y locos. Me gusta sí ;)
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Raquel Cabest. Pues la verdad es que la de locuras que aún están por llegar, a veces en forma, a veces en contenido y a veces en una amalgama medio decente de ambas que se vuelve loca por el camino. ¡Oh, no, el texto está loco! ¡Dios mío, hasta las letras están locas! Total, que espero que lo que hay, lo que fue y lo que será te guste, y que te sigas pasando por aquí. Porque, ya sabes... Mucho trabajar y poco jugar hacen de Jack un aburrido...
Eliminar¡Un abrazote! ^_^