"I can resist anything except temptation". Oscar Wilde.

sábado, 31 de mayo de 2025

Tu reflexión

Tu reflexión:

 

Contemplo la pintura y siento que me devuelve la mirada, o quizás es el agotamiento, o saber que no puedo encontrar los matices adecuados. Los espejos a mi alrededor se cierran sobre mí, ahogándome en un marco asimétrico y fragmentado, a punto de rasgar el universo.

Pongo un poco de yo sobre el lienzo, pero cuando lo mezclo con seguridad y grandeza, sólo consigo un miedo pétreo con forma de delirio.

No tiene lógica: cuando paso mi pincel por la fortaleza mental, únicamente pinto la ceguera del dogma.

Cuando lo aplico en la responsabilidad emocional, obtengo las excusas de la cerrazón, nada de esto tiene sentido.

¿Cómo puede ser querer pintar el vibrante color de la empatía y que las tonalidades más oscuras del juicio sean las que se aprecian en esa tela?

Hasta cierto punto puedo intuir el camino que traza la pintura, ¿pero si pinto mi corazón…? Qué extraño… es un corazón bonito.

Quizás falta racionalidad, así que con un impecable movimiento de muñeca el pincel va a la paleta y se empapa de racionalidad. Realizo los trazos con destreza, no puede ser que cualquier otra cosa se dibuje sobre el lienzo y sin embargo… sólo veo parálisis frente a mí.

Intento esconderme en un existir que sólo me contiene a mí, un ejercicio absurdo tenía que haberlo sabido, como tatuarse para ocultar la piel, como huir de mi sombra apagando la llama de una vela en la oscuridad.

No obstante, me escondo, agazapada en mi interior. Afuera el tiempo pasa como siempre: llevándose lo irrelevante y dejando lo esencial.

Eones más tarde y aún debatiéndome entre el temor y la valentía, decido abrir los ojos, pero todo sigue igual a mi alrededor.

En realidad, nada ha transcurrido, tal vez porque lo último que pinté fue la parálisis. Quizás estoy dirigiendo mi atención al lugar equivocado, y sin embargo, aquí no hay ninguna otra cosa.

Pero quién es una variante de qué y no puedo evitar pensar en ello.

Estudio mi reflejo en uno de tantos espejos que se inclinan ante mí en ángulos imposibles, y esa imagen parece estar en pugna: su silueta cambiando constantemente, sus múltiples apariencias sucediéndose en un glitch.

Se detiene, luchando por reiniciarse, pero atrapado y casi estático, como si aún intentara huir.

Miro a sus ojos, que son los míos.

Comienzo a atisbar algo que me aterra.

Retiro la mirada, ¿pero a qué otro lugar iba a mirar? Aquí sólo hay tiempo. Tiempo y una miríada de espejos.

Miro de nuevo, el rastro del miedo vuelve a constreñir mi corazón, pero me relajo. Y sigo observando.

Sí, ahí hay cosas que no me gustan: errores, lecciones que no he aprendido pero creo saber, hay un océano nocturno de cobardía.

Hay algo que no me estoy relatando a mí misma, hay una verdad oculta ahí, a simple vista.

Mi reflejo se distorsiona, o tal vez vuelve a ser real.

La verdad está en compañía de los errores. Es clara, luminosa y duele.

El reflejo es rígido, frágil y quebradizo.

Y la verdad y mis errores me examinan.

Los desafíos se desprenden del destino, nos eligen y confrontan, y nosotros decidimos cómo actuamos ante ellos.

Yo elijo destruir mi propia imagen y liberar a la persona contenida en ella.

Miro ese puto espejo y lo hago pedazos.

Ahora sé que un buen corazón no es suficiente.

Ahora deshago la realidad de las palabras.

Mi brazo sangra y con esta vida derramada mis colores en la paleta comienzan a tomar forma.

A partir de ahora la rabia será una carta de amor a mí misma.

La autojustificación y el juicio serán lo contrario de la comprensión y la empatía, que deberá ir siempre acompañada del límite.

Caminaré sin esconderme nunca más de mis propios errores.

Y la amistad será sagrada.

Ahora puedo crear mi obra de nuevo mientras los espejos a mi alrededor estallan.

 

 

Tu reflexión © 2025 by Marta Roussel Perla is licensed under CC BY-NC-ND 4.0 

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