No, caballeras y caballeros, no se alarmen, mi cerebro es bastante más inteligente que yo.

martes, 30 de abril de 2019

Todas paseamos por la calle

Todas paseamos por la calle:

Si hubiese ido solo o con amigos lo hubiese entendido mejor, aunque no sé si “entender” es la palabra apropiada.
Supongo que no lo debió de pensar mucho o se le fue un poco la cabeza.
Bueno, ya me diréis vosotras, y vosotros, claro, cómo lo veis.
Yo me había agachado ligeramente y estaba arrastrando una de esas sillas metálicas de terraza por la acera, porque había una mesa libre pero nada para sentarse.
Y noté una mano que me agarraba el culo.
Y en ese momento me quedé en un breve estado de shock, porque a mí aún no me había pasado nada parecido aunque, como tampoco he conocido jamás a ninguna mujer que no haya sufrido abundantes abusos y acosos a lo largo de su vida, estaba mentalizada.
La calle no estaba muy transitada, inequívocamente había sido él.
Y él iba con una chica, así que durante un segundo más o menos estuve tratando de asimilar la situación. Esas cosas las hacen los machos cuando van solos o en manada, y, en general, no de día… ¡Y no acompañados de mujeres!
–¡No me toques el culo! –grité cuando me recompuse. Nadie se dio por aludido, en realidad casi parecía que estaba hablando sola, así que corrí un poco para salvar esos escasos metros que nos separaban y me puse frente a él.
–¡Tú, hijo de puta –me presenté, educada–, me has tocado el culo!
La chica le miró incrédulo y él lo negó.
–¿Pero ha sido un roce o…? –dudó ella.
–Ha sido un: “te agarro el culo bien fuerte”, ¿sales mucho con este imbécil?
–¡Esta puta loca está mintiendo! –se quejó él, creo que algo disgustado al ver mi cara porque debía estar pensando que, encima, con mis treinta y muchos años era demasiado vieja o demasiado fea, o alguna mierda de ésas.
En cualquier caso no debían de llevar mucho tiempo saliendo, conociéndose o siendo amigos porque la chica le miró como si fuera un perfecto gilipollas. Normal, anda que decir eso… Todavía un: “debe haber sido un malentendido”, o algo así hubiera podido hacerle ganar unos segundos, tal vez la discusión.
–Ya no –respondió ella tras pensárselo un poco–. Por favor, no vuelvas a llamarme –se despidió de él.
Y él tuvo la decencia de marcharse y, supongo que como ya no tenía nada que perder, gruñó:
–Zorra –tampoco a un volumen demasiado alto, el pobre debía de sentir su orgullo masculino herido.
Pero se fue y, mirad, mejor así.
Me da la sensación, según lo escribo, de que todo era un poco más surrealista de lo normal. Pero sólo un poco, porque la realidad ya es una puta locura.
En fin, yo estaba bastante cabreada y la chica, bastante decepcionada, a juzgar por su expresión.
–No te preocupes –le dije–, eres joven, cuando tengas mi edad verás a los capullos de lejos. De todas formas una… Siempre es complicado ver a través de una persona que está intentando impresionarte.
–Dios, soy… –iba a lamentarse ella.
–No –la corté–, no lo eres. Ni tú ni yo tenemos la culpa. ¿Quieres tomar algo? Te invito.
–Ufff… –dijo rindiéndose sobre la silla–. Muchas gracias.
–Bueno –suspiré con un alivio incómodo–, ha sido la primera vez que me acosan por la calle. Menuda mierda.
–¿La primera? –en ese punto a la pobre casi se le cortocircuita el cerebro, lo juro.
–Soy transexual… ¡he perdido mis privilegios! –la sonreí.
–¿Eres transexual? –repitió incrédula–. No se te nota.
–Es un cumplido bienintencionado y… bastante ofensivo, pero no te preocupes: es complicado acertar –asentí.
–Jo, perdona.
–No te preocupes, simplemente intenta pensar que soy una mujer y no un pato espacial y todo irá bien.
–Entonces –se le iluminó la cara–, si te dicen cosas como: “te maquillas mejor que yo”, eso no te sienta bien, ¿no?
Yo me reí y la respondí:
–Implicaría que no soy una mujer pero puedo hacer algo que es propio de mujeres, no sé cuál de las dos partes de la frase es peor.
Ella se rio, no era una risa amarga, pero el peso de la normalidad la aplastaba. El camarero vino.
–¿Qué desean? –quiso saber con una amabilidad muy profesional.
–Pide lo que quieras –le ofrecí.
–Ponme una 1906, por favor –se decidió ella.
–A mí, una Coca-Cola –dije a mi vez.
–¿Light? –me preguntó el camarero. Y yo me quedé un poco así, ya sabéis, aunque le contesté rapidito:
–Normal, gracias.
–Micro-machismos –me susurró ella.
Y, como no nos apetecía llorar, nos echamos a reír.


10 comentarios:

  1. Nuestra sociedad está plagada de "micro-machismos". Todavía hay mujeres que se le escapan (y no me excluyo), demasiado machismo puro por milenios deja sus secuelas.
    Con la transexualidad, por aquí, hay una gran ambivalencia. Si son famosas y salen en la tele, está todo bien. Las que no tienen esa "suerte" son miradas de reojo, especialmente por los hombres. La homosexualidad tampoco es aceptada del todo, aunque sí de la boca para afuera. Días pasados vi una parejita de chicos jóvenes, de unos veinte años, tomados de la mano por la calle. Los hombres se daban vuelta para mirarlos. En un bar cerca de casa el mozo echó a dos porque se estaban besando. No lo hubiera hecho si la pareja era hetero.
    A la mayoría de las mujeres en algún momento nos tocaron el culo o las tetas en el colectivo o nos "apoyaron" alevosamente. Me incluyo. Era adolescente y en ese momento no se decía nada, a lo sumo pegar un codazo, un pisotón y tratar de alejarse del pajero.
    Me gustó mucho el texto, es espontáneo y pone de manifiesto la realidad de la mujer.
    ¿Seguís en Irlanda, Marta? Algún día con tu facilidad para la escritura y tus reflexiones inteligentes, tendrías que escribir el proceso por el que pasaste, tanto interno como su repercusión en el afuera.
    Un enorme abrazo.

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    1. Hola, Mirella, muchas gracias por tu visita y tus palabras. Sigo en Irlanda, sí, aunque todavía no he tenido demasiadas experiencias de ese estilo me voy mentalizando cada vez más, es revelador que absolutamente todas las mujeres que conozco las han tenido desde bastante pronto.

      La verdad es que sí me gustaría escribir sobre mi proceso, sobre todo porque mucha gente considera que una mujer transexual es un hombre disfrazado de mujer cuando yo, que he transicionado algo tarde, siempre fui una mujer disfrazada de hombre. Mucha gente considera así que la transición es una suerte de engaño cuando en realidad es el viaje de vuelta a casa. Es la mejor decisión con diferencia que he tomado en mi vida: permitirme ser yo misma. Lo demás no se elige, claro.

      ¡Un abrazote! ^_^

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  2. Buenísimo ese final. Un excelente texto, Marta, que envuelve en muchas reflexiones a un lector dispuesto a hacerse planteos sobre las vetusteces sociales que agobian a la gran mayoría como si de un mandato genético se tratara.
    Abrazos.

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    1. Hola, Gavrí, muchas gracias por tu visita y tu respuesta. Como autista me cuesta mucho entender el funcionamiento de las convenciones sociales aunque pueda estudiar su origen y, en algunos casos creo que son inútiles a día de hoy las diferencias entre personas basadas en, por ejemplo, el género, que además no es algo que nadie pueda escoger. No tiene sentido seguir una norma que no nos hace mejores únicamente porque es lo que nos han enseñado.

      ¡Un abrazote! ^_^

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  3. Hola, Marta. La verdad es que por desgracia situaciones parecidas he sufrido. Lo que en mi experiencia sucede es que las mujeres aprendemos a tratar y evitar a este tipo de gilipollas. Mira, por ejemplo, me ha venido a la memoria una muy surrealista. Cuando empecé con mi novio, luego marido, fuimos a fiestas al pueblo de sus padres y conocer allí sus amigos. Iba un poco desprevenida, porque das por hecho el respeto al estar acompañada del novio. Total, que estaba bailando rock a mi aire en un bar del pueblo y un tío por detrás me agarra las tetas e intenta acompañarme en el baile, cosa que no puede hacer porque yo me despego en el acto. Me quedé paralizada. Porque algunas veces que me había sucedido algo similar, yo habia reaccionado mal y luego resultó peor, porque era una persona trastornada gravemente o algo así. Total que en este caso me alejo de él y busco a mi pareja y le cuento. Mi novio lo conoce y va a hablar con el tío. Le dice "esa chica es mi novia, no vuelvas a tocarla ni acercarte" y el tío contesta, "sí, sí, pero las novias hay que compartirlas". En realidad era un tío muy ermitaño que vivía solo y tenía muchos estudios y también en este caso un trastorno mental que agravaba su comportamiento cuando bebía alcohol. En fin, hace años aprendí a ir con el radar alerta, y me alejo de este tipo de situaciones y de gilipollas siempre que puedo. Porque luego están los que abusan de la cercanía en el puesto de trabajo. Con estos lo que funciona es ir siempre en el trabajo a caradeperro pero con todos, eh, por si acaso. Me gustó leerte, Marta.
    Un abrazo!!!

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    1. Hola, Idoia, te echaba de menos por aquí. Tomo nota. A veces me resulta un poco frustrante pensar que una mujer pueda sentirse más segura, no porque respeten que tenga novio (no te digo ya porque sea una persona a la que respetar por su valor intrínseco, ni lo entenderán), sino porque respeten al novio y la propiedad de éste no te toca (aunque en tu ejemplo ni siquiera se dio ese caso). No sé si tendré novia o novio algún día, que el tema de parejas lo he dejado muy aparcado desde hace años pero me fastidia vivir en un mundo en el que no todas las personas adquieren la categoría de "humanidad". La verdad es que ya estoy aprendiendo a alejarme de esa clase de capullos y a detectarlos bien, pero de momento no lo he normalizado esas situaciones y no tengo absolutamente ninguna paciencia con alguien que se cree mejor que yo por tener pene, lo cual, déjame decirte que no es para tanto.

      Me alegra mucho verte por el blog. :)

      ¡Un abrazote! ^_^

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  4. Me gustó leerte Marta.Hay mucho capullo que anda suelto. Un abrazo

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    1. Sí, es triste que la categoría de "humano" se tienda a aplicar de forma arbitraria, normalmente para designar a "quienes son como yo". Y como suelen ser unos capullos...

      ¡Un abrazo! ^_^

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  5. Salud, Marta

    Me ha gustado el relato, bien llevado, y con un cierre inesperado que retrata muy bien cierto tipo de cultura social.

    En el divague, más allá de machismo, feminismo, o lo que fuere, el respeto por el territorio ajeno es primordial, básico. El contacto físico sin consentimiento del otro constituye una falta venga de donde venga y se dirija hacia quien se dirija. En este sentido, lo cierto es que el fruto nunca cae demasiado lejos del árbol. Es decir, el problema de fondo, si alguna vez se quiere encarar las cosas de manera adecuada, pasa por “escuela de padres”, que son los primeros educadores.

    Un abrazo, y que estés bien.

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    1. Hola, Sivio, muchas gracias por tu visita y comentario. Sin duda es un problema de educación y el feminismo ha hecho mucho por educar en esto (al menos en la Europa occidental que habito) dado que, entendiendo que sin duda el cosnentimiento es la clave, las cifras nos hablan de un clara diferencia de actitud entre géneros. Personalmente creo que sería mucho más sencillo si todo el mundo tuviera claro qué es el consentimiento, por qué es importante y qué significa aceptar al otro o no, y por qué ninguna de estas opciones debería ser ningun problema. Es un asunto complejo que no puedo despachar en un párrafo, pero, como dices: educar, educar en la libertad.

      ¡Un abrazote! ^_^

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