A Vito. Jajaja.
Unas horas en La Coquette:
–Pero no te voy a engañar: echo de menos el sexo. –dijo ella
–Yo también –aseveró él–, pero soy un poco más gay: echo de menos los mimos. Que me acaricien y me abracen… Aun así… siempre he sido muy dependiente. Y debería ser una naranja entera, no una media naranja.
–Es un pensamiento reconfortante y, coño, más saludable –afirmó la chica.
–Me pregunto, con todo lo que ha pasado… por qué la gente se deja manipular, por qué la gente se equivoca y la caga, tronca.
–Es una pregunta difícil de responder.
–Es que… –comenzó él dubitativamente– ¿Sabes?, creo que es el sufrimiento, que… la gente que sufre… En fin, si te lo he dicho mil veces, soy un poco pesado. Pero a veces me parece que la gente la caga y se reafirma, y tal, en lo que hace sólo… sólo por orgullo o algo así. Como si echarse atrás fuese un error. Aunque obviamente estén defendiendo algo que a todas luces se pasa la ética por el forro de los cojones.
Ella asintió y comenzó a decir:
–La verdad es que cuanto más reflexiono, más me da la sensación de que la capacidad que tiene una persona de rectificar es uno de los mejores indicadores de su calidad humana.
–Eso mismito pienso yo y ya sabes… rectificar de verdad. Y… es un alivio oírlo de otra persona. Pero, ¿sabes?, desgraciadamente si alguien te dice “lo siento” y repite el error, te está engañando. Y puede estar realmente arrepentido en el momento por lo que ha hecho, pero, oye, que lo vuelve a hacer. Y miente, lo quiera o no. Eso es mentir, vamos, se mire como se mire.
–Desde luego no deberíamos permitir que una disculpa equivaliese a una justificación.
–¿No, verdad? –coincidió él.
–Del mismo modo que una explicación no es una justificación, aunque de hecho una disculpa sea algo cualitativamente distinto.
–Sí, es como una promesa hacia el futuro. Es jodido que uno rompa su palabra.
–¿Te gusta la cerveza? –quiso saber la chica.
–Está cojonuda, tú. Nunca había tomado cerveza roja, es muy dulzona. Bueno, eso creo, con lo constipado que estoy igual me como un pedazo de cartón corrugado de ocho capas y me sabe a cerdo agridulce. No, pero sí. Cojonuda.
–Yo la de trigo la tolero cada vez menos –le confesó ella.
–A mí nunca me gustó, es como la coca light. Te va bajando por la garganta y va sabiendo cada vez peor, es increíble.
–Da mucho asco.
–Hace poco me dijeron que no sé quién (un famoso o algo) dijo que eso de beber coca light es de gordos –comentó él.
–Jajaja.
–Es inteligente. Es decir, igual es estúpido. Pero es inteligente, ¿eh?
–Jajaja.
–Tronca, ¿te acuerdas del tuto? Molaba. Te pusieron un parte.
–Sí –afirmó ella.
–A mí otro, pero el mío fue muy tonto –le aclaró el chico.
–Sí.
–Tú defendiste nuestros derechos, fue genial –declaró él sonriendo.
–Jajaja.
–“No nos insulte usted más” o algo así –dijo él tras un intento fallido de hacer memoria a través de los años.
–“Sí, sí, pero deje ya de insultarnos, por favor” –le recordó ella.
–Jajajaja.
–Esa señora no paraba de insultarnos –le ilustró ella–, nos llamó tontos unas cuantas veces: “es que sois unos tontos”, “porque sois tontos, de verdad”…
–Valiente imbécil. Vaya mierda de persona que se aprovecha de la ignorancia de unos críos de dieciséis años. Porque, joder, se estaba aprovechando de nuestra absoluta incapacidad para defendernos –explicaba él con cierta incredulidad a pesar de haberlo vivido–. Es fácil manipular a unos chavales…
–Mi madre me echó la bronca, mi padre me dijo que muy bien hecho. Jajaja.
–Jajaja. Sí, tía, no es como esos casos en los que un padre idiota pega al profe de su nene porque ha cateao con todas las de la ley. Tú hiciste lo que debías. Bueno, siempre has sido muy así.
–Tampoco está muy bien que una señora empiece a denigrarle a una impunemente –reflexionó la chica tras dar un trago.
–Ah, volviendo a lo de antes, la mezcla de “jar rok” y “pank” –comenzó a decir él, cambiando de tema.
–“Jar rok” –repitió ella con sorna.
–Hard rock –rectificó él poniendo un acento exagerado–. En España está mal visto decir las cosas bien en inglés.
–Y es cómico –resolvió ella alzando el dedo índice–, porque da la casualidad de que las cosas bien dichas es como se dicen.
–Jajajaja. Sí. Pero la gente se ríe de ti si hablas bien. Bueno, total, que Nashville Pussy están de puta madre. Ya ni me acordaba de que me los enseñaste tú.
–Fíjate, qué tontería, ¿eh? Parece que no, pero tampoco.
–Jajajaja. Yo qué sé, tú, no me acordaba. Ya ves… Bueno, pagamos ya la cuenta, ¿no?
–Por mí sí –convino ella–. Yo ya no voy a tomar nada más y se va haciendo tarde.
–Pero tenemos que volver. Además hacía mucho que no veníamos y el blues mola.
–Sí que mola.
Unas horas en La Coquette por Jorge Roussel Perla se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://parafernaliablablabla.blogspot.com.es/.
No es fácil comentar este relato-diálogo. Hubo unos cuantos giros que no entendí, expresiones muy españolas. Pero eso es lo de menos.
ResponderEliminarMe gusta este tipo de relato, donde se mezcla lo cotidiano, cierta filosofía de entrecasa, sin ningún dato sobre los participantes. Me hizo acordar a un cuento de Hemingway (del que no recuerdo el título) en el que no ocurría nada, salvo el hastío entre una pareja y una decisión oscura que debe tomar la mujer (¿un aborto?).
Quizás al tuyo le falte algo así, mínimo, que haga que el lector construya su propia historia.
O tal vez está y yo no lo capté.
Jorge, un gran abrazo.
Probablemente tengas razón, eso o es simplemente una conversación a medias, despreocupada, o ambas cosas. Pero vamos, que seguramente no haya nada que captar (yo ni me lo he planteado), es una charla cualquiera. Lo escribí para un amigo y supongo que he podido ser demasiado exclusivo (qué frase tan categórica). Aún así me interesaba más el tono de la conversación y sobre todo la forma (que no el contenido) para atreverme a escribir "Huida de Edén", un relato que me pareció muy complicado desde el punto de vista estructural y que está programado para el mes de mayo, si no recuerdo mal. Dejando al margen los pros y contras, ya antes de publicar éste, consideré que el pobre destinatario se merece un relato más molón, así que me pondré a trabajar, a mirar a las musarañas o algo. Muchas gracias por tu comentario, Mirella. Y mira, te comento, para noviembre (¿por jálogüin?) publico un relato de terror y esos suelen quedarme potables, espero que en ése también comentes (bueno, si te dice algo), si te va el terror, si te aburres mucho... A ver qué tal.
Eliminar¡Un abrazote! ^_^
Y luego me paso por tu blog.
Dos cosas...
ResponderEliminarMe parece que es uno de los diálogos más logrados que leí, ya que es MUY difícil transmitir lo que sucede en una conversación. Hace mucho que vengo dándole vueltas al asunto, querer transmitir las pausas, las dudas, los tartamudeos, los cambios de... Bueno, todas esas cosas. Lo cierto es que me encantó este trecho de vida, es genuino, fresco, espontáneo. Ni qué hablar que no concuerdo con que le falte algo, tiene todo lo que has querido decir. (me alegra saber que hay gente con la que no estoy de acuerdo, ¿sabías? Me guío por lo que llamo 'indicador negativo', cuando alguien que no me convence -como escritor, digamos- dice que algo mío está mal, pues bien, es que justamente estoy haciendo lo correcto).
Hace muchos años sucedió, ahora estoy acostumbrado, pero lo primero que me llamó la atención de los españoles ocurrió en Londres. Decían: El ojo de Londres, El gran Ben, El puente de la torre; todo traducido, no lo podía creer. O también, lo que indicas en el diálogo, un inglés muy mal pronunciado. Como la vida me fue aproximando mucho a España, traté de encontrarle una lógica a esta forma de hablar, hasta que leí de historia y me encontré con que en la época de Franco era obligatorio decir las cosas en español, entonces me sorprendí de cuánto se mantienen (muchas veces de manera inconsciente) estructuras del pasado. En fin, que tú lo debes saber mejor que yo.
Perdón, hablé demasiado, me voy con cierta vergüenza.
Un abrazo.
HD
Muchas gracias por tu comentario, Humberto. Te aseguro que el indicador negativo es una de mis metas: cuando la gente no se pueda resistirse a odiarme por algo (y expresarlo), querrá decir que he llegado muy lejos. De momento sólo estamos intercambiando opiniones, pero me alegro de que pienses que no le falta nada... a mí me da la sensación de que en una conversación se suelen sobreentender muchas cosas, obviar tantas otras y conservar un hilo que se contorsiona sin parar. Por cierto, me alegro mucho de que te guste el diálogo, a mí es de lo que más me gusta escribir, diálogos, eso cuando no estoy poetizando soporíferamente por aquí y por allá. Con respecto a lo de decir las cosas en "español", bueno, conozco la práctica: Federico Nietzsche, Carlos Marx, iceberg (que lo dejamos mal pronunciado tal cual se lee), igualmente pronunciamos la palabra "wi-fi" /güifi/ en lugar de /uai-fai/ y suma y sigue... Total, un sin dios. No sé... hace gracia lo paletos que somos por aquí, y la verdad es que a uno le mirarían mal si pronunciase correctamente, como si fuese una especie de subrepticia corriente antiintelectualista.
EliminarY no te me vayas con vergüenza, hombre, que no hay en este blog límites ni rincones para hablar en cantidades determinadas: aquí hay permiso para extenderse hasta donde a uno le apetezca, yo me corto un poco porque soy muy pesadete, pero es la única razón.
¡Un abrazo! ^_^