Este año está siendo complicado pero he podido consolidar dos lecciones importantes en cuanto a inteligencia emocional se refiere, cada una de ellas dada por una persona distinta.
Lección primera: sobre la exageración.
Ocurre que a veces una persona nos hace daño y, cuando se lo comunicamos, alega que somos exageradas, demasiado sensibles, melodramáticas, etcétera. Es decir, esta persona nos daña y después nos arrebata nuestra capacidad de evaluar y sopesar el daño, convirtiéndose ella en quien decide cuánto daño nos ha hecho. Sin duda una situación peligrosa de la que huir a toda costa.
Las buenas noticias son que esta persona ha ofrecido reparaciones y desea solucionar el asunto. Doy gracias por ello.
Lección segunda: sobre aprender a ser pequeñitas.
También he podido consolidar y sistematizar que si alguien a quien queremos nos ignora cuando intentamos confiarle algo que es importante para nosotros y, con todo, seguimos ahí, aprenderemos a ignorarnos a nosotros mismos. Si nos hacen daño y cuando lo decimos no hay ningún ánimo de reparación, aprenderemos que nuestro dolor no tiene la relevancia suficiente. Si nos tratan como si no importáramos y permanecemos junto a esa persona, aprenderemos que de hecho no importamos, nos haremos pequeñitos con tal de encajar. Es una situación a evitar: nos merecemos gente con la que poder ser quienes somos, y ellos también se merecen gente con la que poder sentirse bien.
En realidad eran lecciones que aprendí hace años, pero la vida quería asegurarse y me ha preguntado si ya me las sabia bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario