No, caballeras y caballeros, no se alarmen, mi cerebro es bastante más inteligente que yo.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Intentarlo

Dibujaré sonrisas en los cristales cuando llueva.

Intentarlo:

            Entre cadáveres de promesas rotas, quizás entre los restos de una daga afilada como todo lo ajeno, tal vez con una venda en los ojos como cristales rotos, se había criado el miedo.
Aún era pequeño, pero entendía que la realidad era un espejo fracturado al que uno podía asomarse, del que no cabía sino esperar una visita llena de odio. Los múltiples reinos del mundo apenas eran más que escondrijos para la palabra alrededor de los cuales él caminaba, allí donde moraba el aséptico vacío de la ignorancia.
Ante la soledad se entretenía él creando sombras de amos y esclavos, cautivo de su propio juego que discurría como una tela de araña de conceptos dibujándose bajo su pesar. Nadie iba nunca a visitarlo, o al menos él no era capaz de ver a nadie.
Creció ante una encrucijada –postes de madera y dirección–, la cual nacía de la misma paradoja de su corazón: todo cambio, todo afuera, todo otro, era sin duda el pavor que se acurrucaba en su interior robándoles los latidos a los extraviados. Pocas cosas le atemorizaban tanto como seguir siendo él mismo, encadenado a los dominios de todo lo que no era él, de todo lo que temía, de todo lo que no quería sino dejarle unas cicatrices que alimentaran su terror. Necesitaba quedarse allí, porque si se escapaba aunque fuera sólo un segundo, ¿no significaría el fin de una existencia desgraciada pero que era todo cuanto poseía? ¿Cómo podía huir hacia la fuente de su destrucción? ¿Cómo podía atravesar un océano de inevitable dolor sin saber siquiera si existía otra orilla en la que la esperanza pudiera recordar y soñar? Dudaba mientras le encadenaba las manos al tiempo, atándolas con mucha fuerza al pasado, amordazando cada instante con días de tristeza, anticipando temeroso nuevas noches, con el silencio –padre e hijo de la desconfianza– acallando unas palabras que no se atreven a nacer. Y tal era su necedad que era incapaz de verse a sí mismo, de comprobar cómo su oscuridad le consumía y robaba la luz.
Lo más curioso de esta historia es que el miedo sólo quería la sencilla ternura que mora en los abrazos, pero todo cuanto hacía no era sino obliterar la posibilidad, porque todo cuanto hacía se asentaba en la mentira.
No obstante un día alguien se olvidó algo, o quizás era la realidad que brillaba igual que todos los días, el caso es que el mundo entero crujió como si realmente creyese que estaba duro.
            Y –si no me equivoco– algo se dio cuenta de que no era alguien y que las decisiones sólo eran decisiones.
            Y donde estuvo el miedo quedó únicamente el mundo sin punto de vista y, a la vez, con todos los puntos de fuga contenidos en todas partes. Desde ese momento nunca hubo necesidad de coger nada prestado –porque nunca había existido nada que demandara algo, ni mucho menos cosas que pudieran darse–.
Todo quedó liberado, perdiendo el control al que la violencia le sometía.
El miedo se presentó a partir de entonces sólo cada vez que nacía –ni un segundo antes– y desapareció cada vez que moría –ni un instante después–, sin deducirse ni evitarse. De alguna forma –y aunque siempre sería igual a sí mismo– ya no era miedo, era más bien algo que abría todos los límites; era la otra cara del intento, el reverso de la prueba, el dorso del avance, el camino en el camino.
Era el motivo para intentarlo.
          Y era hermoso porque nunca había sido de otra manera.

6 comentarios:

  1. El miedo nos paraliza, hay que intentarlo siempre...

    Abrazos Jorge

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    1. Nos paraliza o nos hace huir que tampoco es muy diferente: la parálisis podría ser definida como pura evasión también, la hermana -un poco menos decidida quizás- de la huida genérica. Intentarlo en realidad no es distinto de tener miedo, ni siquiera es distinto de huir. Considero más bien que se trata de una forma determinada de comprender y atender al mismo proceso. Decimos que es valiente -yo no digo que no- pero sobre todo es intentarlo... y hay miles de maneras de hacerlo. Muchas gracias, Sofya, por tu comentario, dejas unas pocas palabras y te traes tu pragmático blog por aquí, lo cual también agradezco.
      ¡Un abrazo! ^_^

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  2. Genial, como siempre. Ya no te lo digo porque se sobreentiende, supongo.
    Me inspira miedo. Miedo al cambio, a eso que se llama "seguir", a lo desconocido. Es muy sencillo quedarse ahí, escondido, esperando lo insucedible (a este paso voy a hacerle algunas proposiciones a la RAE). Mientras la vida sucede. Ella no espera a las superaciones, no te regala más tiempo.
    Me he sentido un tanto identificada. Lo cierto es que estoy atravesando el mayor cambio de mi vida, en el que me aferro a una ciudad en la que tenía todo, y por el miedo a atravesar mi propio espejo, me voy quedando sola aquí. No sé, es muy fácil hablar de adaptarse a los nuevos acontecimientos, pero cuando el miedo te atrapa... es jodido salir de esa espiral. Aunque sepas que debes hacerlo. Ay, ya me he puesto un poco triste (Sólo un poco).
    Todo se resume a esas dos últimas frases. Necesitamos alcanzar esa libertad para poder enjaular los miedos. O al revés.
    ¡Seamos libres, volemos, corramos, matemos esos miedos!
    Y ya está.
    Besitos.

    Miss Carrousel

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    1. Muchas gracias por tus valoraciones, aunque genial es mucho decir... El miedo puede ser sólo una sola cara de la moneda, Yo tengo miedo a veces, ¿cómo no?, por ejemplo ahora estoy en una situación delicada: he emigrado y estoy buscando curro (aunque ya me ha dado al menos una respuesta afirmativa de un sitio, nunca se sabe) y es difícil todo cuanto rodea a esta experiencia. Ahora bien, estoy creciendo, estoy aprendiendo y me estoy abriendo a otros pensamientos. ¿Quién no tiene miedo? Pero el miedo no suele servir de mucho, la verdad, y eso conviene saberlo, porque puede cegarnos si olvidamos lo que es. Yo no soy mi miedo, ni uno solo de mis pensamientos, así que... Además, creo que es el motivo para intentarlo, a fin de cuentas los límites nos los ponemos nosotros. Y los derribamos nosotros. Por eso también me parecen, una vez más, miedo e intento, dos extremos de una misma cosa o proceso o lo que sea eso que queda entre medias en un mundo al cual el lenguaje, por más que lo intente, no llega. Y por eso no considero que el miedo deba ser negado, sólo vivido para aprender lo que nos pueda enseñar, crecer y dejarlo atrás. Es como saltar a la piscina cuando piensas que el agua está congelada: o lo haces o no lo haces. Y cuando lo haces no pasa nada tampoco. Como la letanía del miedo de las Bene Gesserit.
      ¡Un abrazote, miss Carrousel! ^_^

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    2. Mucho ánimo y más suerte en tu nueva vida. Aunque lo digo por ser una frase hecha, pues la suerte te la buscas tú mismo y la encuentras si quieres encontrarla. Y como bien haces en abrirte a esas nuevas experiencia, no tendrás problema. ¿Cuál ha sido el destino ganador? Si puede saberse, claro :)
      Todos tenemos miedo, el problema está en saber gestionarlo, como quien dice. Puedes llevarlo mejor o peor, después de aceptarlo.
      Yo siempre fui de meterme poco a poco en el mar (te hablo de minutos). Siempre el mar, y eso que aquí está gélido.
      He tenido que buscar qué era Bene Gesserit :$ (vergüenza).

      Miss Carrousel

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    3. De vergüenza nada, que es de una serie muy freak de ciencia-ficción (aunque también bastante conocida en esos círculos en los que me hallo yo también, digo yo) que, como cualquier otra cosa en el mundo, bien puede desconocerse. Y mi ubicación puede saberse: ahora estoy en Irlanda (te aparecerá en tus estadísticas) cruzando los dedos, a ver si al final consigo algo, y sintiendo mucho que España sea una tragedia de la que a uno le obligan a marcharse.
      Aceptar el miedo es el único modo de trabajar sobre él, si no, da un poco igual lo que uno haga, ha de haber cierta investigación sobre los sentimientos de uno mismo, por llamarlo de alguna manera, que requiere valor/miedo. Yo la verdad es que no sé cómo te metes ahí, yo no aguanto ni dos minutos en las gélidas aguas que bañan el Atlántico pero ni de coña, que yo aguanto el frío bastante bien pero no tengo ansia de más. A mí me gusta ese caldo guarrindongo y calentorro que es el Mediterráneo, ¡qué le voy a hacer! Curiosamente bañarme en un río nunca me ha tirado para atrás.
      Si te digo la verdad... los que tenéis un par de huevos sois los que os quedáis pese a todo, porque aquello tiene pinta de que se va a convertir en un erial intelectual, si es que no lo fue un poco siempre (salvando numerosas excepciones, desde luego, pero que desgraciadamente nunca llegaron a ser ni un asomo de mayoría). No descarto volver (y no me refiero sólo a la potencial pero obvia situación de necesidad e infortunio), pero a veces pensé: España tiene lo que quiere, cada país acepta lo que acepta y tolera sólo aquello que desea tolerar, luego igual el que sobra aquí, soy yo. Es muy democrático respetar a la mayoría, y yo creo que es lo más cabal y jamás obligaré a nadie a que haga nada sólo porque yo crea que es más apropiado. Y con este razonamiento ni mucho menos digo que me agrade irme pero, ¿qué opción tenemos? Necesito algo parecido a una vida y seguir soñando mis ilusiones.
      ¡Otro abrazo, miss Carrousel! ^_^

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